miércoles, 4 de enero de 2012

gracias...gracias...gracias

Era sabedor el Príncipe de los deseos y anhelos de la Princesa, sabedor era de su arrepentimiento y de sus ganas de que le perdonara, mas era consciente el Príncipe que a partir de ese momento ya nada sería igual, pues aún habiéndose recuperado de sus graves heridas, cada mínimo movimiento en falso, reproducíase su dolor y éste le llevaba a un dolor mayor por el triste recuerdo de la traición sufrida.
Sin embargo, ajena a éstas circunstancias debido a su, por veces adorable y por otras desesperante, comportamiento infantil, hallábase contenta y alegre la princesa al ver cómo el Príncipe había defendido sus tierras, le había reconfortado ver aquel robusto letrero que anunciaba el Reino Celta, creyéndose ella misma, inocentemente, parte de las posesiones y creyendo que todo aquello había sido un mal sueño. Mas poco tardó la Princesa en descubrir que el sueño no era tal, sino la siempre temida y dura realidad.
Fervientemente ansiaba la princesa poder volver con el Príncipe, mas veíase fuera del Reino Celta y llenábale ello de amarga tristeza y mil veces maldecía su injusta traición al Príncipe.
Sentíase la princesa desdichada, inmensamente triste, sin fuerzas y ya casi sin esperanza de poder recuperar al Príncipe, sus preciosos ojos habían perdido su característico intenso brillo pues no le quedaban ya lágrimas que brotar... hasta aquel día, aquel preciso día en que la princesa cumplía años, aquel día al Príncipe le vino a la mente una frase de la princesa, una frase llena de emoción, dicha por ella misma en el mismo momento en que años atrás había sucedido: “a estas horas nació una niñita rechoncha, blanquita muy blanquita y pelona”.
En ese preciso instante el Príncipe envió un emisario con una sorprendente misiva para la Princesa:
Al leerlo la princesa no daba crédito, necesitó releerlo y releerlo para al fin creerlo, su rostro cambió al instante tornándose alegre y luminoso, sus bonitos ojos recuperaron el brillo perdido y la ilusión se apoderó de ella sin apenas enterarse, convirtiéndola nuevamente en aquella princesita infantil e ilusionada.
Apretó la misiva estrujándola en su mano derecha e impulsivamente corrió hacia el castillo tan rápido que apenas sus pies tocaban el suelo del bosque que circundaba las tierras celtas, ni siquiera el viento era capaz de detener sus rubios cabellos, con los que jugaba incansablemente en su recorrido hasta llegar a los inmensos portalones del castillo, los cuales se abrieron justo al instante de llegar ella, por lo que no tuvo ni que detener su carrera, ni tampoco la gran escalinata del castillo fue impedimento para que, subiéndola de tres en tres escalones, se plantara en los aposentos del Príncipe y saltara sobre él estrechándolo entre sus brazos con arrollador ímpetu mientras sus lágrimas de nuevo brotaban de sus bonitos ojos y resbalaban sobre las sonrosadas mejillas hasta rematar en la dulce sonrisa que ya por fin formaban sus labios mientras repetía sin descanso una única palabra: gracias...gracias...gracias...gracias...

6 comentarios:

  1. Ainssssssss....
    ...le haría leer el cuentito a mi Ale (mi peke) jejejeje!

    Me gusta esos finales (que ya sabemos que son inicios...)

    Abrazos a los dos!!!!

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  2. SIEMPRE SE PERDONA A QUIEN SE QUIERE DE VERDAD!!!

    SALUDOS!!!!

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  3. Como me emociona leerte y recordar ese momento, sabes que fue tan especial para mi, el mejor regalo de mi vida, el mejor regalo que has podido hacerme nunca.

    Te quiero mi Príncipe.
    Tu princesa.

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  4. Como no perdonar a tu amor? aunque estubo un poco ciega al principio, en el fondo algo le decia que era tu princesa,a veces estamos tan ciegos ¿verdad? sobre todo cuando lo tenemos delante de nuestros ojos

    besitos para los dos

    Adis

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  5. Me gustó mucho leerte y....pasearme por tu blog.
    Saludos.

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  6. Encantada de seguirte.

    PD: tu princesa celta también me fascina.

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