jueves, 26 de mayo de 2011

DESCANSA MI PRINCIPE...

Había sido un día muy duro para el Príncipe Celta. Multitud de tareas y compromisos le habían echo estar muy ocupado y un poco angustiado por tantas responsabilidades, impidiendo a veces poder atender a Su princesa como a él le gustaría.

La princesa siendo conocedora de su situación y entendiendo su malestar,  fue presa de un deseo incontrolable de esperarle en su castillo para recibirlo como él se merece. Rauda y veloz, sabiendo que se aproxima la hora de su llegada, se dirigió hacia el castillo del Príncipe en su bello corcel blanco, regalo del Príncipe para que Su princesa acuda lo más veloz que pueda a los requerimientos de su Príncipe Celta.

Y así fue como llegó hasta el castillo, atravesó velozmente sus puertas y cruzó los pasillos que  la llevaban a los aposentos del Príncipe. Se adentró cerrando la puerta tras de si. La princesa se despojó de su vestido, de toda su ropa, quedando desnuda completamente mientras pensaba en su Príncipe y en el momento en que la descubriese en su habitación.

La princesa se arrodilló frente a la puerta, en posición de espera, fijando su mirada en el suelo y cerrando los ojos con el fin de sentir más su espera.
Sintió como la puerta se abría, los pasos de su Príncipe, sintió la puerta cerrarse y los pasos de su Príncipe avanzar hasta ella. El Príncipe se inclino levemente sobre la princesa, y con la mano posada sobre su cabeza el susurro:
-así me gusta mi princesa...sorprendiendo y complaciendo a tu Príncipe
-¿de quien eres?
-Tuya mi Príncipe
-muy bien, y ahora dime... ¿a que has venido?
-soy consciente del día tan ajetreado que ha llevado hoy y quería aliviarlo
-ummmmm mi Princesa, me gusta y me complace mucho. Pues adelante, tienes mi permiso...

La princesa se levantó y se dirigió hacia la bañera situada en la habitación de su Príncipe y procedió a llenarla de agua caliente. Se acerco hasta el Príncipe, con la mirada baja, parándose frente a él y esperó...
El Príncipe le agarró la barbilla, obligándola a levantar levemente la cara y le dijo:
-mírame... La princesa lo miró, a lo que el Príncipe contestó...házlo...

La princesa comenzó a desnudarlo, lentamente hasta despojarlo de toda su ropa. Le cogió de la mano y lo condujo hasta la bañera, introduciéndolo dentro hasta que estuvo sentado y con su espalda reposando en un lateral de la bañera. Con sus manos comenzó a mojar su pecho, sus hombros,  sus brazos, su cabeza, su cara...deslizó suavemente la esponja por todo su cuerpo, recreándose en cada rincón del cuerpo de su Príncipe...y el tiempo pasaba entre caricias, roces, toques...sintiéndose la princesa orgullosa de pertenecer a su Príncipe y feliz de proporcionarle esa paz y tranquilidad que solo ella comprendía.


Secó a su Príncipe, suavemente, absorviendo toda la humedad con su ropa y lo condujo hacia la cama del Príncipe donde lo tumbó y ella junto a él. Lo besó, lo acarició, lo abrazó, le hizo sentir tu tacto, sus manos sobre su cuerpo, su piel con la suya, su entrega más profunda...

Hasta que el Príncipe poco a poco fue cerrando sus ojos, fue abandonándose hacia su sueño, hacia el descanso que necesitaba, sintiéndose poseedor de su princesa, de sus caricias, de toda ella, con la seguridad de que le pertenecía, porque así lo sentía, así lo sentía en su cercanía...

Y así fue raptado por el sueño mientras su princesa lo miraba, lo observaba, lo vigilaba, cuidando su descanso, cuidando su sueño, cuidando que nada le molestara...cogió su mano, acercándola hacia sus labios, besándola y pronunciando...
-descansa mi Príncipe, que tu princesa hoy te cuidará...

domingo, 15 de mayo de 2011

LA ENTREGA

Todo ha cambiado para la princesa.
Desde que tomo la firme decisión de no renunciar a lo que su cuerpo y alma le decia, no ha dejado de sentir y comprobar que no se ha equivocado, que ha tomado la decisión correcta.

No ha sido fácil, no fue fácil renunciar a sentimientos fuertemente anclados en su corazón, pero el malestar, la pesadumbre, la mala conciencia, el saber de la injusticia de sus hechos, el ver cada día la paciencia, la dignidad, el respeto y el inmenso amor de Su Principe Celta, todo eso hizo mella y decididamente tomo una de las decisiones más difíciles de su vida y de la cual está muy orgullosa...la entrega a Su Principe Celta.

Y desde entonces su entrega es incondicional, su disposición, su obediencia, su inmensas ganas de aprender junto a él, sus ganas de complacerle y sentirte deseada, protegida, mimada, querida...

El inmenso orgullo de portar su collar, collar
hecho por las propias manos del principe, para
su princesa, símbolo de su pertenencia.
Cada día cuando amanece, cuando la princesa
despierta de sus sueños, se desnuda, se despoja
de su blanco y vaporoso camisón y se viste. Lo hace
a solas, sin ayuda de ninguna doncella, lo hace ella a
solas con Su Principe, sintiendo y notando su penetrante mirada, notándose observada y provocando en su cuerpo vibraciones que se traducen en humedas sensaciones que provocan una dulce y pícara sonrisa en la princesa.

Y cada vez que los quehaceres de la princesa  se lo permiten, corre veloz al encuentro de Su Principe para mostrarle su devoción y su entrega, para sentirle cerca, sentir su protección...

Y así transcurren los segundos, los minutos, las horas, los días...cada vez mas entregada, cada vez más suya...


viernes, 13 de mayo de 2011

El collar de su princesa

Encaminose el Príncipe Celta a lo más profundo del bosque que tan bien conocía, feliz, pletórico, sintiéndose al fin Príncipe, sintiéndose poderoso y fuerte al saber que su princesa era suya, totalmente suya. Detúvose ante un viejo roble y agachose para desenterrar una vetusta caja de madera, abrió la caja y lentamente desenvolvió la tela de lino que protegía su espada, tanto tiempo voluntariamente guardada por no tener el Príncipe el poder en su mano y, como es bien sabido, no sería digno de un Príncipe, portar su espada sin poseer el poder de usarla. Mas ese poder ya lo tenía ahora, el Príncipe nuevamente era poderoso y dominante. Sujetó con fuerza la empuñadura de su espada, tensáronse los músculos de su diestro brazo y sin soltar su espada, tomó el pañuelo que se hallaba depositado junto a su espada en aquella caja de madera y lo abrió para liberar numerosas piedras que guardaba.
Sentose el Príncipe al pie del viejo roble y aunando fuerza, habilidad y paciencia, poco a poco, meticulosamente, talló aquellas piedras con el filo de su poderosa espada, una a una y en un hilo de puro lino las engarzó hasta formar un collar con ellas.
Aquella misma tarde acudió al encuentro de su entregada princesa, al verle, ésta se arrodilló ante él, bajó la mirada con sumiso gesto, ante lo que el Príncipe, sin mediar palabra, colocó la punta de su espada en la garganta de la princesa y con un preciso y suave movimiento le obligó a levantar la cabeza. Sentíase la princesa entregada, dominada, sentía el filo de la espada en su piel, sabiendo que su vida estaba en aquel instante en manos del Príncipe, mas permanecía tranquila, confiando plenamente en él.
Entonces el Príncipe le preguntó: “¿ decidme, de quién sois ?” y ella sin dudarlo, con firmeza respondió “Vuestra mi Príncipe, solo vuestra mi Amo”.
El Príncipe le indicó que se desnudara y ella obedeció sin dudarlo.
Ante la reafirmación de su entrega, el Príncipe le habló, embargado por el sentimiento, ante la estampa de su princesa, arrodillada, desnuda y con la mirada baja.
“ Durante largo tiempo, mientras destrozabas tus pies en las pedregosas tierras mediterráneas colmándome de sufrimiento, con tristeza me dediqué a recoger las piedras que encontraba por mis tierras, con el fin de que el día que decidieras en ellas quedarte, pudieras caminar segura y descalza. Esas piedras, simbolizan el largo esfuerzo y sufrimiento que he pasado hasta lograr tu entrega, por ello celosamente las he guardado junto con mi espada hasta el día de hoy. Hoy mismo las he recuperado de su cautiverio y una a una las he tallado hasta formar este collar, que será símbolo de tu entrega a partir de estos momentos ”
El Príncipe puso el collar en las palmas de sus manos extendidas y con firme voz le ordenó que extendiera su lengua, arqueando la punta hacia arriba y colgara el collar de ella. Su princesa obedeció sin dudar, la postura comenzó a estremecerla... a excitarla, sintiéndose arrodillada, desnuda, con la mirada baja y el collar sobre su lengua y sobre todo sintiendo la dominación del Príncipe sobre ella, mientras le decía que aquella boca y aquella lengua eran ahora suyas y que jamás debían mentirle o hablar deshonestamente, que siempre que hablara o su boca o lengua usara, debía sentir al Príncipe, simbolizado por ese collar, en ellas.
La princesa se sentía excitada por la dominación que el Príncipe ejercía sobre ella, cada vez más excitada, sentía como comenzaba a humedecerse sin poder evitarlo y más aún se sintió cuando el Príncipe le ordenó colocar el collar sobre sus lechosos pechos, sintió que sus pezones se mantenían erectos al roce de las piedras del collar sobre ellos, mientras el Príncipe le decía que sintiera que los pechos que el collar rozaban, eran ahora suyos también.
La princesa comenzó entonces a mojar sin control, a mojarse y excitarse intensamente, con la sensual voz del Príncipe llenándola, parecía que no podía dejar de restregar el collar por su cuerpo, por su piel, sintiendo cada piedrecilla, sintiendo al Príncipe en ella, en su cuerpo, sin poder evitar que se le escapara un gemido cada vez que las piedras rozaban sus erectos pezones.
El Príncipe entonces le ordenó que pasara el collar por su sexo, se lo ordenó en el preciso instante que su princesa, extasiada, más lo deseaba y por tanto ansiosa obedeció, sintiendo el collar íntimamente, sintiendo como cada piedrecilla estimulaba la fina piel de su húmeda intimidad, mientras el Príncipe le decía que así deseaba que le sintiera a él mismo, en esa misma intimidad. Su princesa sentía la dominación del Príncipe en su cuerpo y en su mente, sentíase extasiada, mientras en su mano sentía el ya mojado collar que mantenía oprimido contra su sexo.
Dejó el Príncipe que su princesa gozara unos minutos en silencio de aquellas intensas sensaciones, tras las que le conminó a ponerse el collar. Ella obedeció gustosa y muy despacio colocó el collar en su cuello, sintiendo como la rodeaba, sintiéndose totalmente entregada y dominada, sintiéndose plena y sumisa.

lunes, 9 de mayo de 2011

Entregose la Princesa al alba

Hallábase aquella tarde la Princesa conversando con el Príncipe Mediterraneo, como tantas y tantas veces había hecho, mas aquella tarde sentía que no era lo mismo, sentía que el Príncipe Mediterráneo cada vez se alejaba más de ella, se adentraba calzando sus robustas y cómodas botas hacia los límites de sus pedregosas tierras, hacia aquellas zonas donde la Princesa, con sus maltrechos pies no podía alcanzar. Conversando con él se lo manifestó, más con un punto de frialdad y otro de tristeza, a él no pareció importarle demasiado, mientras la Princesa tenía constantemente al Príncipe Celta en su pensamiento, a sus verdes campos, a la injusticia que le mordía la conciencia, a sus deseos, no podía dejar de pensar en ello, a cada instante. Despidiose la Princesa del Príncipe Mediterraneo con mucha tristeza y melancolía, casi como si fuese para siempre, aún sabiendo que no sería así…
Retirose la Princesa a su lecho mientras meditaba sobre el Príncipe Mediterraneo y, como tantas y tantas veces, no logró conciliar el sueño, atormentada por sus pensamientos, por su eterna lucha interna, por sus contradictorios deseos, sabiendo que una Princesa no podía tener dos Príncipes, que en algún momento quizás debiera tomar una dolorosa decisión. Pensó y pensó la Princesa, sabiendo que aquella noche era distinta noche, que aquella noche era especial, pensaba y pensaba, aún sabiendo que poco o nada tenía que pensar, mas deseaba estar segura, esta vez si, segura…
Al alba, citó al Príncipe Celta en el lugar en que solían encontrarse, arrodillose frente a él, sus constantes inspiraciones, aquellas que solía realizar en los intensos momentos, apenas permitían a la Princesa que las palabras brotasen de sus labios, mas sus intensos deseos lo consiguieron y mirando al Príncipe a los ojos, le dijo: “Deseo ser vuestra, mi Príncipe, deseo ser solo vuestra, deseo entregarme a vos, deseo que tomeis mi mano y me guieis por tierras seguras y por verdes campos, lo deseo… lo deseo y estoy segura de ello… quiero ser vuestra”
El Príncipe, estremecido por las ansiadas palabras de su Princesa, sintiose intenso, poderoso, sintió como cada músculo de su cuerpo se tensaba, como las emociones labradas en tanto tiempo, en tan larga espera, en tantos dolorosos momentos, esas emociones se condensaban en sentidas lágrimas que brotaban de sus ojos sin poder ni querer evitarlo.
Hízose el silencio entonces entre los dos, un silencio cómplice, un silencio emocionado, emocionante, intenso, íntimo, un silencio solo roto por la intensa respiración de ambos…
El Príncipe deseaba oirlo de nuevo, después de tan larga espera y de tantas y tantas frustraciones pasadas y por ello, nuevamente le insistió en un breve y emocionado diálogo entre ambos:
- “¿ En verdad sois mía ?”
- “Lo soy”
- “¿ Estáis segura ?"
- “Lo estoy”
Príncipe y Princesa uniéronse entonces en silencio en un fuerte, emocionado e interminable abrazo, las lágrimas de emoción brotaban de sus ojos, sentían sus corazones latiendo juntos, en sus pechos unidos y así se quedaron... así se quedaron …

jueves, 5 de mayo de 2011

MI PRINCESA

 "....es como si el príncipe le hubiese puesto la letra a esta canción..."



Un regalo de la princesa al principe 

lunes, 2 de mayo de 2011

El cuento de la princesita

Algunas noches, cada vez menos, encontrábase la Princesa con su Príncipe Mediterraneo, hacíase el silencio cuando ello ocurría y, cuando la noche avanzaba, ella se encaminaba sola a sus aposentos, mas no sentía miedo, pues siempre sentía la protección del Príncipe Celta en su cercana lejanía. Sabía que, como cada noche, la blanca paloma mensajera del Príncipe Celta, arrullaría en su ventana con el mensaje de buenas noches, con el mensaje de cada noche... con Su mensaje, aquel que le daba la intensidad suficiente para íntimamente estremecerse y a la vez la justa tranquilidad que le permitiera plácidamente dormirse.
Mas aquella noche, demorábase la paloma, lo que hacía impacientarse a la Princesa, aquel hecho le hacía inquietarse, así que se levantó y abrió la ventana, dejándola ligermanete entornada para que la paloma sintiese su ansiedad y rauda llegara, tras lo que nuevamente se acostó a esperar.
Aguardaba la Princesa en su lecho, cuando un leve ruido la sobresaltó, dirigió su mirada a la ventana y pudo observar, incrédula, la figura del Príncipe Celta, lo que hizo que la Princesa ansiosamente intentara incorporarse, acción de la que desistió tras un leve gesto impositivo del Príncipe.
El Príncipe sigilosamente avanzó hasta llegar al principesco lecho, arrodillose a la vera de la Princesa y con otro leve gesto le indicó que guardase silencio. La Princesa inspiró profundamente como solía hacer en los momentos intensos y más cuando sintió la mano del Príncipe acariciando tiernamente sus suaves y rubios cabellos y su boca a escasos milímetros de su oído. Fue entonces cuando el Príncipe comenzó a susurrarle, con su cálida y tranquilizadora voz:
“Únicamente he venido a contarte un cuento al oído... un breve cuento de princesas”
A lo que ella, contrariada respondió: “¿De princesas? Pero si Princesa soy yo”
Un enternecedor movimiento de la mano del Príncipe entre sus cabellos fue suficiente para que la Princesa se relajara, confiando plenamente en él.
El Príncipe comenzó entonces el cuento, con el mismo cálido susurro en el oído de la Princesa:
“Érase una vez una joven y preciosa princesita, alegre, tierna, sensible y traviesa, que con su frescura cautivaba a todo aquel que tenía la enorme fortuna de conocerla, mas esa princesita muchas veces intentaba pensar en su futuro, en el complicado futuro que a todas las princesas aguarda y el pensarlo le atormentaba, no era capaz de ordenar sus pensamientos, de casarlos con sus sentimientos, de pensar de forma que pudiera conseguir la tranquilidad que sabía la llevaría a su feliz esencia y mientras jugaba, correteaba, disfrutaba de sus travesuras, en su irreal mundo, intentando olvidar la incertidumbre de sus pensamientos. Pero un buen día, la princesita, jugando con aquella ranita con la que desde hace tanto tiempo jugaba, a la que traviesamente había maltratado tantas veces, aquel día, después de tanto tiempo, la había mirado con cariño, con nostalgia, depositándola en la palma de su mano como acostumbraba a hacer, la miró y entonces la ranita le dijo “princesita, por fin te has fijado en mi, tanto tiempo y no te has dado cuenta que yo he estado aquí siempre, cerca de ti, que me has despreciado y maltratado en tus travesuras y solo yo puedo conseguir que puedas cumplir tus sueños, colócame bajo tu almohada esta misma noche y verás ...”
La princesita, que no daba crédito a lo que había sucedido, con inmensa ilusión tomó tiernamente a la ranita en su mano y bajo su almohada la colocó tal y como le había pedido la propia ranita y aguardo.... "
El Príncipe Celta susurraba este cuento en el oído de la Princesa, a un solo milímetro de ella. Estremecíase La Princesa con la cercanía del Príncipe, notando su aliento, sus dedos entre sus cabellos, su cálida voz que suavemente penetraba en su interior y la llenaba toda, que la llenaba de serenidad, de ternura, de bienestar... haciéndola inspirar y suspirar a cada instante, se sentía protegida, mimada, cuidada, querida, deseada, se sentía Princesa, sentía su esencia muy adentro, muy íntimamente, se sentía entregada, sentía al Príncipe penetrando por todos los poros de su piel, ahora totalmente en silencio pues el Príncipe había interrumpido el cuento y sentíanse ambos íntimamente unidos, intensamente unidos.
Fue entonces cuando la Princesa, intentando calmar su sabida y por veces infantil y tierna ansiedad, como era de esperar, con quebrada y suave voz preguntó al Príncipe: “ pero, decidme, ¿consiguió la ranita que la princesita pudiera cumplir su sueño? ¿Lo consiguió? ¿lo Consiguió"? quiero conocer el final del cuento, os lo suplico.”
A lo que el Príncipe reaccionó con una emotiva y tierna sonrisa y con unos minutos de silencio, de aquellos que siempre desesperaban y estremecían por igual a la Princesa, tras los que, nuevamente susurrándole al oído, le dijo “mira en tu interior, déjate llevar por tus sentimientos, el cuento ya ha llegado a su fin y yo estoy aquí, contigo, siénteme, ¿acaso no se ha cumplido tu sueño... princesita?”
Estremeciose entonces la Princesa sintiendose princesita, sintiendo que él era su sueño cumplido, mil sentimientos que se hallaban escondidos se agolparon de repente, sintiose íntimamente excitada, plena, feliz.
Incorporose entonces el Príncipe, arropó con mimo a la Princesa y luego besó suavemente a la Princesa en la frente, sintiose entonces la Princesa protegida, cuidada e inmune ante las adversidades, en el solo roce de los labios del Príncipe sobre su frente.
Desapareció entonces el Príncipe en la oscuridad de la noche y la Princesa quedó entonces sumida en un plácido sueño, inconscientemente disfrutando de sus sueños de princesita...

domingo, 1 de mayo de 2011

SU PRINCIPE

Han pasado tantas cosas en la vida de la princesa en tan poco tiempo, que a veces piensa que se trata de un sueño, que en cualquier momento despertará y todo volverá a ser como antes.
Pero sabe perfectamente que lo que está viviendo es tan real como que es princesa, tan real como que tiene dos principes. Dos principes, sí, dos principes que la agasajan, le dicen palabras bonitas al oido, la miman, la desean...dos principes tan distintos como la noche y el día, dos principes con vidas muy diferentes y que cada uno a su manera han ido demostrando hasta donde son capaces de llegar por su princesa.

Pero ultimamente, han ocurrido hechos desafortunados que han echo que el mundo de la princesa se tambalee, hechos que han provocado en la princesa un profundo dolor, una profunda verguenza y un más profundo sentimiento de arrepentimiento por el daño causado. Porque sabe que no ha sido justa, no ha sido honesta, no ha sido ella misma y no ha sabido demostrar el profundo respeto que siente hacia quien le importa. No ha sabido valorar quien le aporta tranquilidad, estabilidad, serenidad, confianza, todo aquello que la princesa necesita para sentirse feliz.

La princesa ha llorado, maldecido, condenado. Se ha lamentado de ver como Su principe Celta, una y otra vez, le ha tendido la mano para ayudarla, para hacerle el camino más fácil, demostrándole su amor incondicional y su disposición a protegerla de cualquiera que se atreva a dañarla, y ella no ha correspondido como sabe y siente todos esos sentimientos que emanan del corazón del principe.


Pasan los días y la princesa siente como el sentimiento que antes la hacia correr sin pensar hacia quien la mimaba desde tierras mediterraneas, se aplaca, se desvanece, se silencia, se transforma en otro sentimiento más calmado y pausado, más cerebral y menos pasional. Un sentimiento que la trastorna por las ilusiones y esperanzas depositadas y que en momentos la entristecen.
Pasan los días y la princesa siente crecer en su interior un sentimiento que le une, que le aproxima, que le acerca, que le ata a quien la cuida y vigila desde tierras celtas.
Un sentimiento cada vez más fuerte y más intenso que se refleja en el estado de pesadumbre cuando no lo escucha, cuando lo siente lejos.

Pasan los dias y la princesa continua en su castillo,tranquila, calmada, sabiendo que va por el buen camino, confiando en su instinto, en su buen corazón, y con la ayuda cercana de Su principe Celta, que la acompaña, la protege, la consuela, la ayuda.
Y la princesa avanza, paso a paso, hacia un destino cada vez más cercano.
"Confia en mi, mi principe, confia en mi..."