jueves, 28 de abril de 2011

Los sentimientos del Príncipe Celta

Era el Príncipe Celta distinto hombre, de rocosa seguridad en sí mismo, de claras y constantes ideas, de fortaleza inexpugnable y para el que no existía la palabra “duda”, mas también sensible, extremadamente sensible, capaz de resolver con arrolladora energía y capacidad el mayor de los reveses, al tiempo de poder encajar con dolor un injusto insignificante gesto o ínfimo detalle. Custodio de su intimidad hasta el punto de generar en ocasiones, un halo de misterio sobre su persona y al tiempo persona en la que confiar ciegamente.
Sentíase inmensamente atraído por su Princesa, por su fresca ternura, por su eterno contradictorio carácter, por su gran corazón, por su belleza, por su lechosa y suave piel, por su desbordante sureña alegría, por su atrayente y sumisa entrega…
Mas no era solo atracción lo que sentía por ella, era un cúmulo de intensísimos sentimientos, sin duda reforzados por el tiempo, por muchas vivencias unidos, por desencuentros, por complicidades, por íntimas sensaciones, por amores y pasiones íntimamente demostrados, por ser ya parte de él….
.
Y cada vez que de ella hablaba,
no solo palabras decía
su corazón palpitaba
y tornábase en poesía
.
y por ello sin duda era
que de ninguna manera podía
ver sufrir a su Princesa
verla sufrir ni un día.
.
que de ninguna manera,
por más que a veces quisiera
podría separase de ella
ni imaginarlo siquiera
.
Su Princesa lo era todo
lo era todo para él
aunque a veces, de algún modo
ella no lo supiese entender.
.
Anhelaba estar con ella,
así juntos, siempre unidos,
anhelaba a su Princesa,
que se unieran sus destinos…

miércoles, 27 de abril de 2011

Los valiosos tesoros

El Príncipe Celta deseaba que La Princesa de una vez por todas tuviera la valentía de cruzar aquel túnel, ánsiabalo intensamente, mas sorprendiole aquella tarde la Princesa pidiéndole consentimiento para citarse con el Príncipe Mediterraneo, deseo que, por el enorme cariño que le tenía a ella, el Príncipe Celta amargamente le concedió, a sabiendas de que ella lo deseaba fervientemente y a pesar de que debía recorrer un largo camino por las abruptas tierras mediterráneas. Habían el Príncipe Celta y su Princesa, conseguido valiosísimos tesoros los días precedentes, valiosísimos para ambos y que les habían mantenido muy unidos, íntimamente unidos, los cuales el Príncipe Celta temía perder en aquel viaje de su Princesa y fue por ello que el Príncipe Celta puso a disposición de la Princesa una cómoda carreta, tirada por un blanco caballo, con el afán de cuidarla, de protegerla, de cuidar sus pies y de que transportara sus tesoros con seguridad. El Príncipe Celta sentíase, por muchos motivos, intranquilo con aquel viaje, por un lado, dolíale que su Princesa tuviera tal inmerecida admiración y deseo por el otro Príncipe, relegándole a él constantemente por tal motivo. Por otro lado el Príncipe Celta consideraba para sus adentros, que no debía la Princesa arriesgar en ese viaje los tesoros que ambos tenían, que si ello hacía, o era por motivo de que el otro Príncipe le importaba más que los tesoros o que le importaba más que él mismo y ambos motivos, le rompían el corazón. Y también el Príncipe sufría porque la Princesa, una vez más, a pesar de ser advertida en innumerables ocasiones, volvía al terreno pedregoso, poniendo en peligro su integridad y la de los tesoros de ambos. Y así partió la Princesa, contenta, ilusionada y sobre todo tranquila por creer que al obtener el consentimiento del Príncipe Celta éste quedaba conforme con el viaje y sus tesoros estarían a salvo. Y tras su partida, su pensamiento solo estaba en su encuentro con el Príncipe Mediterraneo, sólo en el, ilusionada, apartó su pensamiento de su Príncipe Celta, apartó su pensamiento de sus tesoros y también del abrupto camino, ese fue su gran error... Fue entonces cuando el Príncipe Celta, desesperadamente intranquilo, envió un mensaje a la Princesa utilizando la blanca paloma: “Recuerda que eres mi Princesa, no me apartes de tu pensamiento y protege nuestros valiosos e íntimos tesoros”. El Príncipe, nervioso e intranquilo, esperó la contestación a su mensaje por parte de la Princesa, lo anhelaba, lo deseaba… desesperadamente. Esperó y esperó a la paloma, convertíanse los minutos en segundos y los segundos en inmensa desesperación y preocupación. Mientras, la Princesa, miraba a las nubes y su pensamiento únicamente lo ocupaba el otro Príncipe, de forma que no veía la blanca paloma con el mensaje, a pesar de que ésta se hacía muy visible y no contestó al ansiado mensaje del Príncipe Celta, jamás lo contestó… nunca… La Princesa, ya desde lejos divisó al Príncipe Mediterraneo que la esperaba e inconscientemente bajose en marcha de la carreta, dando, sin siquiera percatarse obnubilada con la visión del Príncipe, con sus maltrechos pies contra las duras piedras y al fin consumó, llena de gozo, su encuentro con el otro Príncipe. Mientras, el Príncipe Celta, intuyendo una desgracia y víctima de la desesperación después de esperar en vano la contestación de su Princesa, no lo dudó y, a pesar de sus doloridos y llagados pies, raudo corrió en busca de su Princesa y tesoros, adentrándose en las pedregosas tierras mediterraneas sin permiso, cosa que jamás había hecho antes y, al llegar donde estaban su... su? Princesa junto con el Príncipe Mediterraneo, el Príncipe Celta sintió como se le rompía el corazón, como el dolor le invadía al ver cómo su Princesa, feliz junto al otro Príncipe, le había olvidado, había obviado su mensaje, cómo la Princesa tenía los pies ensangrentados y ni de ello se había percatado y… y… que al bajarse en marcha de la carreta, ésta quedara sin control, una de sus ruedas había alcanzado una piedra en su recorrido, haciéndola volcar y todos los íntimos tesoros de ambos, aquellos que habían conseguido días atrás con esfuerzo, aquellos maravillosos tesoros, hallábanse ahora trágicamente desperdigados por tierras mediterráneas. El Príncipe Celta, dolorido y embravecido irrumpió en la conversación que mantenían y díjole a la Princesa “Has de elegir entre él y yo”, mas lo dijo presa de la desesperación, como un reto, sin ser lo que realmente deseaba. La reacción de la Princesa fue especialmente dolorosa para el Príncipe Celta, por brusca, por inesperada, por fuera de lugar y por ver cómo la Princesa, increíblemente, sí, increíblemente, defendía una vez más al Príncipe Mediterraneo sin querer elegir y sobre todo por injusta, por muy injusta. El Príncipe Celta, sin mediar palabra, dio la espalda a la Princesa y dirigiose, indignado y destrozado, a sus tierras, mientras veía de reojo cómo la Princesa recogía del suelo, casi con desprecio, alguna pieza de sus tesoros mientras no dejaba de buscar con su mirada al Príncipe Mediterráneo, al que no veía, ni sabía que mientras ella no estaba, indignamente, divertíase con bonitas cortesanas oculto tras la arboleda, ajeno a la situación. La Princesa comenzó entonces a ver cómo sus tesoros eran difíciles de recuperar y corrían riesgo de perderse para siempre por lo que, asustada, rauda corrió en busca de su Príncipe Celta, mas éste al principio la ignoraba, lo que causó desesperación y dolor en la Princesa. Al percatarse de esto, el Príncipe Celta, resultándole insoportable ver así a su Princesa, atendió a sus explicaciones y hundido, casi sin apenas poder hacerlo, ayudó a la Princesa a lentamente recuperar mínimamente aquellos tesoros, mas al ver a su Princesa inquieta ante la proximidad de la hora de partida del Príncipe Mediterraneo, en un digno acto de gallardía y amor hacia su Princesa, le pidió que atendiera a su otro Príncipe y ella así lo hizo, dejando solo por unos instantes al Príncipe Celta, que éste dedicó a intentar recuperar las piezas del tesoro de ambos, con escaso éxito pues sus lágrimas le impedían localizarlos entre las piedras. Sólo cuando el Príncipe Mediterráneo hubo partido, tranquilo, con sus fuertes y cómodas botas, con los pies impecables, la Princesa acudió junto al Príncipe Celta y en contraposición a la tranquilidad de Mediterráneo, ello dos, humildemente arrodillados y muy emocionados ambos, se dedicaron largo tiempo a intentar recuperar sus tesoros entre las piedras y entre las abundantes lágrimas de ambos, intentando sobreponerse al intenso dolor que tenían, pero con la fuerza que siempre les proporcionaba el hecho de estar juntos. Al anochecer, ya cada uno en su lecho, el tenso silencio se apoderó de las emociones, más los pensamientos y sentimientos de ámbos volaban los unos al encuentro de los otros, si, volaban y surcaban el aire y no había en esos momentos terrenos difíciles ni piedras que fuesen impedimento. Los del Príncipe llegaron a la Princesa en forma de emocionado y fuerte abrazo y besos que le ayudaran a aliviar su dolor y la reconfortaran en la noche y los de ella llegaron al Príncipe en forma de la preciosa e inmensa emoción que le daba su esencia.

martes, 26 de abril de 2011

¿hasta cuándo?

Gustábale a la Princesa caminar por verdes campos, tumbarse en la fresca hierba, jugar, sacar la niña traviesa que dentro llevaba, por veces tristemente perdida en su interior. Mas, sin embargo, sin saber muy bien por qué, la Princesa había caminado demasiado tiempo en el pasado, por las pedregosas tierras mediterráneas, entretenida, feliz, disfrutando a veces de su inconsciencia con sus tropezones en las piedras, sin ni siquiera acordarse de la existencia de otras tierras de inmensos y verdes campos en las que podría caminar con más seguridad, más firme y corretear sin miedo a tropezar, dejando que la eterna niña traviesa pudiera disfrutar jugando y recuperando su íntima esencia.
Y a pesar de que ahora la Princesa acudía al encuentro de su Príncipe Mediterráneo en una zona de terreno mucho menos pedregosa, la Princesa había quedado muy herida de tanto tiempo caminando entre las piedras, tenía su base, sus pies, maltrechos y con dolorosas llagas. Maldecíase a si misma, arrepentíase ahora de su inconsciente actitud, de la pérdida de su esencia, de haber caminado y actuado de indigna forma para una Princesa y deseaba ahora caminar por tierras más seguras y que la fresca hierba sirviera de íntimo bálsamo para sus pies. Sin embargo, incomprensiblemente, recordaba con nostalgia los saltos entre las piedras, incluso los dolorosos tropezones.
En sus cada vez más frecuentes e intensos encuentros con el Príncipe Celta, en el claro del bosque donde se citaban, amargamente se quejaba el Príncipe de que él caminaba descalzo desde su pasado enterramiento y aunque cada vez ansiaba más estar con su Princesa, cada vez la sentía más cerca, más suya, más intensamente, también cada vez más sus pies, llagados, doloridos y destrozados por haber caminado por el terreno pedregoso en busca de su Princesa, hacían que el Principe temiera que, de seguir así, trágicamente, algún día, quizás no muy lejano, sus pies no responderían y no podría acudir al encuentro de su Princesa, quizás nunca jamás…
Mas la Princesa, en su momento, había ordenado al maestro guarnicionero de Palacio, le confeccionara al Príncipe Mediterraneo unas robustas y cómodas botas, para que no dañara sus pies, caminando en sus pedregosas tierras. Por este y no otro motivo acontecía, que el príncipe Mediterraneo encontrábase cómodo y feliz en el terreno pedregoso y, aprovechándose y valiéndose de la buena fe de la Princesa, a sabiendas del cariño que ella le profesaba, y de su ya conocida costumbre de siempre desear agradar a los demás, convencíala para que continuara caminando por incómodo y dificultoso terreno, a pesar de que, viendo que la Princesa ya comenzaba a sufrir y entender que no era eso lo que ella deseaba, la empujaba ahora a un terreno menos pedregoso, con la indigna intención de mínimamente contentarla.
La Princesa sin embargo deseaba ser ella misma, deseaba que sus pies volvieran a ser bellos y delicados, deseaba caminar por zonas más seguras, más limpias, donde sintiera que recuperaba su esencia y pudiera liberar su dañada conciencia de atormentadores arrepentimientos, donde pudiera jugar y corretear su interna niña consentida.
El Principe Celta, que con sus legendarios poderes había intuído la situación en que se encontraba su Princesa, a pesar de que ella constantemente le ocultaba sus correrías pasadas por tan poco propicio terreno y sabedor de su también delicada posición, abriole los ojos a su Princesa, haciéndole ver que, de ninguna manera podían, ninguno de los dos, continuar caminando en ese terreno, pues ambos acabarían destrozados. El Príncipe tomó entonces la mano de su amada Princesa y la guió hasta un rincón apartado y le pidió que mirara donde él le señalaba: ante la mirada de ella mostrose un lúgubre, oscuro y largo túnel de frondosa vegetación. El suelo era abrupto, pedregoso, escarpado y siluetas extrañas semejaban cubrirlo en la inquietante oscuridad. Miedo, mucho miedo sitió la Princesa y sintió que deseaba alejarse de aquel lugar, mas echóle una última mirada y percatose que al final del siniestro túnel se divisaba una inmensidad de campos verdes, llenos de luz, podían hasta divisarse mariposas y escuchar melodiosos trinos de diversas aves.
El Príncipe entonces con voz firme y segura le dijo: “Al final de ese túnel, al que aquí llaman Túnel de Honestia, está tu esencia y allí es donde deseo que ambos estemos”. La Princesa entonces, muy a su pesar, recobró su tormento, pues no se atrevía a cruzar el túnel porque el miedo la atenazaba. Sabía que si conseguía el valor para cruzarlo, le esperaban los ansiados, infinitos y verdes campos, mas continuaba ocultando a su Príncipe Celta dicha angustia, provocándole un constante dolor.
La Princesa se vio entonces envuelta en un mar de contradicciones, ansiaba cruzar el túnel, pero el pánico se lo impedía, sufría por el Príncipe Celta pero no era capaz de enfrentarse al pasado para disfrutar ahora el presente e ilusionarse con su futuro.
Y así estaba entonces la Princesa, víctima de su conciencia, cómodamente obviando que debía enfrentarse al túnel para conseguir llegar a dónde ansiaba y mientras, la angustiosa inacción de la Princesa hacía que ella misma y el Príncipe Celta, continuaran destrozando sus pies en terrenos indeseados… ¿hasta cuándo?

viernes, 22 de abril de 2011

PERDIDA EN UN OCÉANO DE SAL......

Como la brisa inocente del mar que te trae alegria y dolor,
como ese llanto de vida al gemir del placer de cogerte, lágrima y canto se unen en una canción,
dulces recuerdos que acorralan la pasión.....





TIEMPOS DIFICILES

Tiempos difíciles para la princesa. Tiempo de recogimiento, de reflexión, de pensar en lo acontecido dias atrás, tiempo de mirarse hacia si misma y observarse detenidamente, mirarse como el que se mira en un espejo, mirada directa y desafiante, afrontando lo que es, lo que era, lo que será......

Tiempo de decisiones, decisiones a veces complicadas que atormentan a la princesa y que hacen que flaquee en su empeño por salir a la superficie, superficie de aguas embravecidas que la sacuden costantemente.

Tiempo de recuperar la esencia de la princesa, esa esencia que la hace ser especial y atrayente, esencia tristemente escondida y dormida en lo profundo de su ser.

Tiempo de que se libere de las telarañas mentales y de un salto al vacio.

Es tiempo de que la princesa actue, que conduzca, que diriga sus sentimientos a lugares seguros, lugares que le proporcionen paz, tranquilidad, seguridad....

Es tiempo de querer, amar, entregarse, volar, sentirse viva, de soñar, seguir adelante.........

miércoles, 20 de abril de 2011

Tierra del Príncipe Celta

Tierra celta, tierra de infinitos matices, de paisajes increíbles, de colores imposibles, de húmeda tierra, de dignas y nobles gentes, tierra de meigas, de trasnos, de exquisitos manjares, de mares embravecidos y antiguas montañas, fogar de Breogán, tierra del Príncipe… su tierra, la tierra que cada vez que siente bajo sus pies, le posee de infinita energía recogida del obstinado e infinito trabajo de sus antepasados, de mil batallas, de naturaleza indómita, aquella que consigue hacerle brotar lágrimas de emoción con solo sentir su presencia y de inconsolable morriña cuando de ella se aleja.
Tierra que le confiere extraños poderes camuflados en simples intuiciones, poderes intensos, reales, obtenidos de tierras de trasnos y meigas, de antiguos conjuros. Poderes imposibles de comprender y asimilar en tierras distintas.
Tierra celta, tierra insumisa, que no admite ser pisada por innobles, por indignos, solo por seres puros de corazón y de alma… tierra del Príncipe.

martes, 19 de abril de 2011

De La a Su en un día

Varios días de ficticia calma transcurrieron para la Princesa, sintiose más tranquila la Princesa, mas en extraña situación conversaba con los dos Príncipes, en tenso sosiego con ambos por muy distintas circunstancias y tenso, aunque sosiego, sin duda era, pues tras la aparente calma, escondíanse íntimos y diferentes sentimientos por los dos, incompatibles, inalcanzables, infranqueables, intensos, nostálgicos, bellos, profundos... quizás no tan diferentes... 
Tres espinas tenía clavadas la Princesa, dos en el corazón, una de ellas la asumía cada vez más clavada e imposible de liberar por inalcanzable y la otra, aunque semejaba no ser inalcanzable, si dificil de quitar, pues del mismo espino era que la que tenía clavada en la conciencia, profunda y dolorosa. 
Deseaba la Princesa quitar esta espina en su conciencia, lo deseaba con todas sus fuerzas, sabía que debía recorrer el largo, complicado y abrupto camino de la honestidad para conseguirlo, mas también sabía que la recompensa sería deseadamente inmensa. 
Se sentía la Princesa nuevamente atormentada por la balanza que medía sus eternos y contradictorios sentimientos, cuando, inesperadamente, una blanca paloma le sobrevoló, inquietándola súbitamente hasta que comprobó que una fina hoja de papel se balanceaba lentamente en el aire, era un mensaje del Príncipe Celta que asi decía: “He ordenado a la blanca paloma que volara rauda y no cesara hasta encontrar al más bello ser que pudiera divisar en su vuelo, al cual debiera entregar esta nota como muestra de mi incesante recuerdo e intenso deseo por Vos”. 
Y posose suavemente el mensaje en la balanza de la Princesa, inclinándola leve, pero decisivamente, haciéndo hervir de nuevo la lava de sus sentimientos. 
Y descalza corrió la Princesa, presa de desatada energía y cruzando verdes campos e inhóspitos bosques al encuentro del Príncipe Celta, al que sabía que con certeza estaría esperándola, como siempre así había sido en todas las circunstancias. Sin mediar palabra sumisamente arrodillose y con honesta humildad, a plena luz del día, pidió perdón al Príncipe a la vez que con el más profundo e intenso sentimiento se entregó a él como muestra de que, esta vez si, sentía muy adentro que era suya, enteramente suya... Su Princesa.

sábado, 16 de abril de 2011

AVISAME

Te avisaré, tarde o temprano lo haré.......toda la noche completa no mas, para tí.........

martes, 12 de abril de 2011

De Su a La en una noche

Así estaban Príncipe y Princesa disfrutando juntos de tan intensas emociones y sensaciones, de su río, con las por veces tranquilas y sosegadas aguas y también de las embravecidas y emocionantes por otras, sintiéndolo todo, más aquella noche en que su Princesa nuevamente se acostó siendo su Princesa, aquella maldita noche, desvelose su Princesa, no logrando conciliar el sueño. Pensaba Su Princesa en su otro Príncipe... pensaba mucho en su otro Príncipe, pensaba en ella misma, pensaba en las atrayentes aguas en las que había estado sintiendo, pensaba en lo que sentía en cada momento y tanto tiempo sintiéndose de forma distinta... sus pensamientos se agolpaban, luchaban encarnecidamente, su Ángel de la Guarda le susurraba cosas al oido y su demonio las contrarias en el otro. Mil veces cambiaba la Princesa de postura sobre su lecho, cuando no deseaba oir a su Ángel, tapaba su linda oreja contra la almohada y lo propio hacía cuando era al demonio a quién no deseaba escuchar. Ángel y demonio comenzaron una feroz lucha en la mente de La Princesa, arrojáronse mil sentimientos el uno al otro, arrojados con furia. Maldecíase mil veces la Princesa por haber llegado a tal situación, por no haber sido honesta desde el primer instante, por no haber sido capaz de controlar la angustiosa situación, pero tal circunstancia, por desgracia, ya no procuraba remedio alguno. Fue entonces, en su desvelo, cuando ella decidió, con dolor y duda pero aparentando ser firme y sabiendo que no tenía elección, que dejaría de ser Su, para de nuevo ser La... La Princesa y el Ángel ganó.

lunes, 11 de abril de 2011

Su Princesa era más ella misma.

Sentía el Príncipe cada vez más entregada a su Princesa, sentíala cada vez más íntima, más femenina, más mujer, más ella misma.... si, eso es, esa y no otra es la frase que con certeza resumía la vorágine de sentimientos que ella tenía en su interior desde que el Príncipe estaba con ella: "La Princesa era más ella misma". Esos sentimientos le recorrián el pensamiento, el cuerpo y el alma, la obnibulaban por momentos, la turbaban en otros, enchíanla de placer los más, como un río bravo y despiadado, que arrasaba sus demás pensamientos. Tal circunstancia causaba en la Princesa un cierto desasosiego puesto que temía no ser capaz de asentar sus demás pensamientos, para que el río no los arrollara, incluso temía que el río también mojara o hiriese a su querido Príncipe Mediterraneo sin ser éste consciente de su fuerza, más, pese a todo, no deseaba controlar al río, deseaba que fluyera libre, con toda la fuerza, para íntimamente saber hasta donde dicha fuerza podía llegar, eso sentía la Princesa cada día hasta.... hasta que conseguía la íntima compañía de su Príncipe Celta, entonces y solo entonces, la voz del príncipe lograba que el río se tranquilizara, sus aguas se volvían mansas, calmas, la luz del sol brillaba en el río hasta convertirlo en el espejo de plata que su Princesa necesitaba para verse en él reflejada y comprobar que era ella misma y no otra la que en él se mostraba, ella misma y más ella que nunca. Solo por momentos el Príncipe llevaba a su Princesa bajo el timón de su barca, por auténticas e indomables cascadas en ese río, más ese viaje era ansiadamente deseado para su Princesa, altamente placentero, se sentía protegida, mimada, se sentía feliz entonces sintiendo la fuerza de ese río, íntimamente mojándose en sus aguas para su Príncipe, sintiendo toda la energía dentro de ella, muy adentro... Y recordando entonces las proféticas palabras hechas poesía:
Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
y su felicidad tendrá.

sábado, 9 de abril de 2011

BÉSAME...

Bésame, y a destiempo, sin piedad y en silencio...

Bésame, frena el tiempo, haz crecer lo que siento...

Bésame, como si el mundo se acabara después...
Bésame, y beso a beso
pon el cielo al revés...
Bésame, sin razón porque quiere el corazón...
Bésame...

Sienteme en el viento, mientras yo muero lento...
Bésame, sin motivos
y estaré siempre contigo...

Bésame, como si el mundo se acabara después...
Bésame, y beso a beso p
on el cielo al revés...
Bésame, sin razón
porque quiere el corazón...
Bésame...

Bésame, así sin compasión, quedate en mi sin condición, dame tan solo un motivo...
y me quedo yo...


UNA DECISIÓN

La princesa dudaba. Dudaba de sus sentimientos, dudaba entre lo que le decía su cabeza, lo que le gritaba su cuerpo y lo que le susurraba su alma. Nunca imaginó que volviera a pasar, no imaginaba que aquella parte de su ser que había quedado relegada y escondida, apartada de sus pensamientos, podía florecer de nuevo y de esa manera, sin pensarlo, sin aviso, atropelladamente, arrollándola y empujándola a un mar de dudas, de incertidumbre.

Reflexiono, lo hizo durante horas, hasta colapsar y bloquear su mente.
Intentaba relejarse y calmarse pero la atacaban de nuevo, su cabeza se veía bombardeada de imagenes, de recuerdos, de todo aquello que removia su forma de ser, de vivir, de hablar, de comportarse.....
Pero al mismo tiempo, todo eso, le daba una extraña tranquilidad, hacia aflorar una dulce sonrisa de sus labios y la inundaba un sentimiento
de placer indescriptible.

Y se dejo llevar.....dejo de atormentarse y se dejo llevar por el volcán que le quemaba por dentro.
Y con decisión y sin mirar atrás, salió de su estancia, salió de su castillo, salió de sus tierras y se dirigió donde el corazón la guiaba......donde se hallaba Su Príncipe enterrado......habia tomado una decisión.......

viernes, 8 de abril de 2011

Su Princesa se entrega

Hallábase el Príncipe Celta en su enterramiento, pero pendiente de la llegada de su Princesa, cuando ésta le sorprendió apareciendo súbitamente y antes de tiempo en el lugar. Por el mínimo resquicio entre la tierra que separaba al Príncipe del exterior, la Princesa le manifestó sus ansias porque al fin pudiera abandonar su largo enterramiento, mas el Príncipe le indicó que sentía miedo, miedo de no saber qué se encontraría fuera, miedo de toparse con la triste realidad de sentirse relegado tras su otro Príncipe, miedo de no poder recuperar la necesaria complicidad con su Princesa, miedo de haber perdido sus tierras. Con decisión y sin duda, su Princesa interrumpió sus palabras y fluyeron los más íntimos sentimientos por sus labios: "No temas nada, soy Tu Princesa, soy tuya", le dijo susurrándole. Al percibir la firmeza de los sentimientos mostrados, el Príncipe no dudó ni un solo instante y con desatada fuerza hizo que la tierra se resquebrajara entre sus brazos, liberándose al fin de su sufrido y largo enterramiento. Fue entonces cuando su Princesa se arrodilló ante él, sumisamente bajó su mirada, colocó sobre las alzadas palmas de sus manos la espada del Príncipe, que celosamente había guardado para su regreso y estremecida le devolvió el dominante poder en forma de espada. Sentía en esos momentos la Princesa mil veces ansiadas y recordadas sensaciones: se sentía Princesa, se sentía femenina y mujer, se sentía protegida y muy emocionada, sentía una enorme ansiedad por llenar un íntimo vacío, lo deseaba, lo anhelaba con fuerza, sentía íntimamente que hervía por dentro sintiendo al fin la dominante mirada de Su Príncipe clavada en ella, percibiéndolo todo, sintiendo como su Princesa apenas podía contener la húmeda y ardiente lava que sentía en su interior y que ínfimamente mostraba con un leve y acompasado balanceo de su cuerpo y algún inevitable y hasta el límite retenido suspiro, situación que de manera cómplice prolongaría el Príncipe hasta el límite, en una emotiva, larga ansiada e intensa fusión de sentimientos hasta plenamente llenar y sellar el ansiado vacío de su entregada Princesa. Despidiéronse emotivamente en un largo, larguísimo y sentido abrazo. El Príncipe, al fin libre, se retiró sintiéndose orgulloso de su Princesa y ella feliz, sintiéndose llena, muy llena de su Príncipe y suya, al fin muy suya, ansiadamente suya ...

jueves, 7 de abril de 2011

El olor de su Princesa, su olor...

Asi quedó el Príncipe Celta, enterrado aún, mas asomado al mínimo resquicio que le separaba del exterior, sin dejar de pensar en su Princesa, en cómo insistentemente a través de los días le había dado nuevamente la vida cuando había estado al borde de perderla para siempre. No se separaba de ese lugar por estar aún impregnado del íntimo olor de su Princesa, de ese olor que tan bien conocía, de ese olor secreto, de ese olor que le pertenecía, de ese olor que era solo suyo, de ese olor que su Princesa le había dado desde su más secreta y profunda intimidad sabiendo el significado de ese olor, sabiendo que le daba su esencia, sabiéndo que se daba a si misma. El Príncipe Celta lo sabía, sabía que en esos momentos era su Princesa, sabía que su corazón, su alma, su intimidad le pertenecía... ... más sin embargo, el Príncipe Celta, en cierto momento, haciendo gala del amor que sentía por su Princesa, se retiró, con sumo respeto y cierto dolor, a la zona más profunda de su enterramiento, lejos de la olorosa zona y alli permaneció unas horas, alejando su pensamiento de la Princesa, para respetuosamente asi, liberar aquella parte del corazón de la Princesa, que pertenecía al otro príncipe, al Príncipe Mediterraneo . La Princesa percibió en la distancia el noble y digno gesto, el cual valoró inmensamente, a sabiendas del dolor que, inevitablemente, al Príncipe Celta le produciría tal circunstancia. Esto permitió a la Princesa poder acudir, con tranquilidad y con su parte de corazón liberado, a su habitual nocturna cita con su Príncipe Mediterraneo y disfrutarla asi plenamente, aunque conocedora era la Princesa, de que era su corazón, parte de su corazón, el que estaba libre y no su alma. Más tarde, mucho más tarde, tras un intenso día lleno de emociones, sentimientos, de secretos y retornados placeres, dispúsose la Princesa a reposar en sus aposentos, en esos momentos, como habitualmente e inexplicablemente acontecía, el Príncipe Celta percibió en su lejano y respetuoso retiro, ese momento en que su Princesa yacía nuevamente sola, abandonó la zona que ocupaba desde entonces y volvió a instalarse en la zona superior, a impregnarse del íntimo olor de su Princesa, a transmitirle su pensamiento y su poder y en la lejanía, su Princesa también compartía esos pensamientos y sentimientos, reviviéndolos placenteramente y volviéndo a sentirse plenamente su Princesa, entre las ya húmedas sábanas de sus aposentos...

DUERME PRINCESA

Ayer fue un dia especial para la princesa. Su última estancia con el Principe Celta la dejó trastornada a la vez que le embargaba un sentimiento de bienestar y felicidad. Habia sentido a su Principe Celta a través de la tierra, habia notado su estremecimiento al reconocerla por la humedad que emanaba de su cuerpo, habia percibido la ansiedad del Principe por salir de aquel agujero donde permanecia enterrado. Comenzar a sentir de nuevo sensaciones pasadas, sentimientos escondidos en lo más profundo de su alma, escondidos hace tiempo por ella misma, todo eso hizo que la princesa se dejase llevar por la mano que tiempo atrás la condujo hacia un mundo desconocido para ella y percibiese de una forma tan intensa y apasionada como se apoderaba de su cuerpo un sentimiento de necesidad, de fidelidad, de docilidad, de obediencia y rendimiento hacia el Principe, hacia los sentimientos de el Principe. Y se sintió bien, tranquila, relajada, segura porque reconocia ese sensación, le era familiar, y le era placentera......como tiempo atrás....



Es tarde......muy tarde.....y la princesa debe estar ya dormida placidamente, envuelta en sueños que la transportan a mundos donde se siente la princesa más feliz de todos los reinos, donde se siente ella misma, sin esconderse, sin reprimirse, sin dejar de ser lo que es......una princesa llamada Haydée.

miércoles, 6 de abril de 2011

Haydee, TU Princesa

La Princesa tenía un gran corazón, que continuaba compartiendo con los dos Príncipes. Disfrutaba plenamente de la compañía de su Príncipe Mediterraneo casi a diario, más, sin embargo, sentía una espina clavada en su corazón, más concretamente en la pequeña zona que ocupaba el Príncipe Celta, sabiendo de su prolongado sufrimiento, circunstancia que le causaba cierto desasosiego. Una vez más, haciendo gala de su honorable insistencia, la Princesa cruzó veloz el bosque, empujada por la inmensa fuerza de sus sentimientos y, como de costumbre, sumisamente se arrodilló sobre la tierra que sepultaba al Príncipe Celta, en la misma sumisa postura, exactamente la misma, sus nobles posaderas suavemente yaciendo sobre la yerma tierra entre sus piernas, la mirada baja, a la tierra; posó las palmas de sus manos en la tierra y se dedicó a sentir en silencio y soledad. Sentía la Princesa, sentía muy íntima e intensamente, sentía la tierra, sentía su cuerpo, sentía su alma, se sentía a si misma.... sentía encerradas y antiguas sensaciones, sentía que la presencia del Príncipe Celta y solo su presencia, era la llave de la portezuela que guardaba íntima y celosamente, en secreto, esas intensas sensaciones. La Princesa comenzó a moverse suavemente, muy ligeramente, acompasadamente sobre la tierra, sintiéndose Princesa y mujer, sintiendo su secreto, sintiendo que sumisamente se lo ofrecía al Príncipe Celta a través de la tierra que les separaba, entendiendo que no debía renunciar a aquellas sensaciones a pesar de no poder consumarlas con su Príncipe. Mientras, el Príncipe Celta, aún sepultado, comenzó a percibir una ligera humedad en la tierra, sin saber de dónde provenía, la rozó con su dedo índice, probándola entre sus labios y percibiendo su olor y, casi imperceptiblemente, el Príncipe simplemente susurró un nombre: "Haydee", este era el nombre de La Princesa, más no era utilizado desde hacía mucho, mucho tiempo. La Princesa cesó suavemente de moverse sobre la tierra y, aún arrodillada, mordiéndose ligeramente el labio superior, escribió con su dedo sobre la misma tierra "soy TU Princesa". Fue entonces cuando el Príncipe Celta recobró parte de su fuerza y con sus propias manos comenzó a escarbar guiado por la húmeda tierra. La Princesa entonces sintió en su intimidad las vibraciones que se producían en la tierra bajo ella misma y solo entonces se levantó y abandonó el lugar al alba, lentamente y en silencio. El Príncipe Celta consiguió escarbar hasta llegar al exterior, más cuando por fin un pequeño halo de luz del sol pudo divisar después de tantos días, el miedo se apoderó de el y no se atrevió a salir, todavía no...

martes, 5 de abril de 2011

La princesa se arrodilla sumisamente y continúa dando fuerza al Príncipe

Nuevamente la Princesa acudió un día más a su cita con su príncipe Celta, salió de palacio, rauda recorrió la distancia que le separa del lugar donde se halla enterrado. Pero ahora la Princesa toma el atajo del bosque, para antes acudir y no entretenerse con atrayentes villanos, que otrora la acechaban y por los que ya no muestra el más mínimo interés. La Princesa, al llegar al lugar del enterramiento, arrodíllase sobre la yerma tierra, permitiendo a sus nobles posaderas descansar suavemente sobre la tierra entre sus piernas, en una postura claramente sumisa. Es entonces cuando escribe, con la mirada baja, bonitas y sentidas palabras con su dedo sobre la tierra. El Príncipe, con la enorme sensibilidad que le da su enterramiento, percibe en la tierra las leves vibraciones de la escritura de la Princesa, interpretando sus palabras, que una vez más le llenan de emoción y sentimiento, haciendo que afloren de nuevo sus lágrimas, que cada vez oradan un mayor hueco al lavar la tierra que le sepulta, permitiéndole sobrevivir sintiendo que la Princesa, con sus actos, desea con toda su alma, continuar ampliándole ese espacio vital que añora. La Princesa se siente muy cómoda, feliz, relajada, la sumisa postura le agrada y le transporta a íntimas sensaciones pasadas... siente la tierra íntimamente, con intensidad y la disfruta, de momento, en soledad...

La Princesa da vida al Príncipe Celta

Hallábase el Príncipe Celta enterrado y en el límite de sus fuerzas, faltábale el aire, oprimíale la tierra que le sepultaba, sentía que la muerte le acechaba y fue entonces cuando la Princesa mostró su inmenso corazón y se acercó donde el príncipe estaba enterrado y allí le habló tiernamente, allí mismo sobre la tierra le mostró sus sentimientos... Al escucharlos, las lágrimas manaron como caudalosa fuente de los sucios ojos del príncipe, lavándoselos al escurrir por ellos. Tales fueron las lágrimas del príncipe al percibir los inmensos sentimientos de cariño de la Princesa, que estas lavaron la tierra formando un hueco por el que el Príncipe comenzó a respirar y a empezar a moverse y a sentirse vivo de nuevo...

sábado, 2 de abril de 2011

LA PRINCESA CON DOS PRINCIPES

Esta primera entrada, es un cuento, un cuento escrito por alguien con una gran sensibilidad que lo hace ser especial. Tanto que ha dado nombre a este blog. Con su permiso y su consentimiento, aquí comienza la historia de la princesa con dos príncipes......Una 

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Erase una vez una preciosa y alegre Princesa que vivía en las hermosas tierras de Al Ándalus. Su belleza, su dulzura y su contagiosa alegría resultaban irresistibles para todos los caballeros y hasta para todos los villanos de su comarca e incluso de tierras lejanas, que la cortejaban sin cesar.
Hubo una vez un caballero que la enamoró de tal forma que hizo que la princesa renegara de todos sus pretendientes para dedicarse a su caballero en cuerpo y alma, desatando la envidia de todo cuanto varón la conocía. Más ese caballero no supo valorar la inmensidad del amor que la princesa le profesaba, lo cual causó en la princesa noches de inmerecido sufrimiento y dolor, de desamor, de tristeza sin fin, que apenas era capaz de superar por si misma. Las inmensas noches de desamor hicieron que agotara sus lágrimas en la almohada y asimismo hicieron comprender a la princesa, con inmenso dolor, que la lucha por su caballero se tornaba inútil, por lo que la abandonó, recuperando su alegría y toda la belleza que la caracterizaba y refugiándose en dos príncipes que ya en tiempos pasados suspiraban por su amor, pero...

... ¿Una princesa con dos príncipes? Jamás tal cosa se había visto, más, para superar el dolor de la pérdida de su caballero, la princesa necesitaba volver a ser ella misma y no renunciar a nada, tal fue así que comenzó a pensar en ella misma, quizás demasiado y a dejarse querer por todos cuantos lo pretendían, haciendo incluso a sus lacayos dejar avisos de ello. Irresponsable fue la princesa por ello pues, como era de esperar, toda clase de caballeros se postraron a sus pies, atraídos por su increíble belleza. Y no solo eso, sino que además, viles villanos, a veces disfrazados de caballeros, intentaron camelarla, haciendo ver a la princesa que tras tantos caballeros y villanos, tras ir y venir, al final únicamente los dos príncipes siempre estaban en su sitio, siempre para ella, siempre a su disposición, siempre fieles.

Ante tal circunstancia la princesa, atormentada por su hasta ahora inestable vida sentimental, sintiendo que el tiempo pasaba y no hallaba la estabilidad y felicidad necesarias, sino un vacío insoportable, comenzó a fidelizar su relación con ambos príncipes, pues al fin y al cabo era lo que, a falta de algo mejor, la llenaba y, aún con el desasosiego de saberlos de lejanas tierras y hallándolos en circunstancias diversas y poco alentadoras para ella, le hacía sentirse bien, cosa que anhelaba desde hacía mucho, demasiado tiempo.

Los príncipes eran muy distintos entre si, de tierras opuestas, de muy distinto carácter, pero cada uno con sus virtudes, agradaban a la princesa. Uno de ellos, que residía en los territorios bañados por el Mar Mediterráneo, daba una enorme confianza a la princesa, le hacía sentirse querida, arropada y, pese a sin embargo el enorme impedimento sentimental que dicho príncipe tenía y que atormentaba a la princesa, ella le profesaba una fe ciega que les permitía empatizar de forma maravillosa y poder abrirse fácilmente el uno al otro. El otro príncipe, de origen celta, de las ancestrales tierras del noroeste peninsular, hacía gala del carácter propio de dichos lares: fiel, leal, honesto, lo cual valoraba positivamente la princesa, pero también era extremadamente reservado, lo cual incomodaba a la princesa. Más pesaban muchísimo más las virtudes, mucho más que ese defecto y sustancialmente potenciadas por el hecho de ser el único que sacaba de la princesa, esa niña traviesa, provocadora y consentida que lleva oculta en su interior y que es parte de su esencia, circunstancia que hacía perder el sentido a la princesa y llevarla a un íntimo éxtasis altamente gratificante para ella y que, unido a un muy profundo y oculto sentimiento sumiso, le transportaban en ocasiones a viajes y mundos ilusionantes.

Y así con sus dos príncipes convivía en armonía, cada vez más centrada, cada vez permitiendo menos injerencias de otros caballeros y villanos, hasta un día, un maldito día, misteriosamente desaparecido del calendario por enigmáticos dioses celtas, en que la princesa, en un impropio desliz del que se arrepentiría infinitamente, decidió atender a un villano que la pretendía, a espaldas y mientras estaba con su príncipe Celta, creyendo inocentemente que éste no podría enterarse de ello, más las enigmáticas tierras celtas, aliadas con renegadas meigas, dotan a alguno de sus habitantes de desconocidos poderes, que habían sido subestimados por la princesa desde siempre. Al percibir la traición, el príncipe encolerizó y más asistiendo a la repetida negación de tal circunstancia por parte de ella. La inicial cólera se tornó en tristeza y decepción, acentuadas por el hecho de ser abandonado por su avergonzada princesa durante cuatro interminables días y tres noches en vela, soportando además la ingrata visión de los íntimos mensajes que ella le dejaba a su otro príncipe.

Sin embargo, al cuarto día la princesa apareció y reparó, aunque con una lamentable e impropia tardanza, al príncipe, con el sentimiento de sus palabras de arrepentimiento, que unidas al amor que él sentía por ella, hicieron que en pocos días retornase su bonita relación.

Más la superación del doloroso trance, en pocos días quedó eclipsada por un nuevo y triste acontecimiento: Encontrábase la princesa departiendo con su príncipe Celta y sin duda compensándole del amargo trago por el que le había hecho pasar hacía pocas fechas, cuando apareció, en momentos inoportunos y fuera de lugar, por sorpresa y sin ser esperado, su otro príncipe, no percatándose la princesa de tal circunstancia. A la partida del príncipe Celta, la princesa reparó en el supuesto desliz, apresurándose a atender a su otro príncipe, el que por ello se sintió vilmente ultrajado y se encerró furioso en si mismo, haciendo caso omiso de las reiteradas súplicas de la princesa, presa de la desesperación, solamente intuyendo la posible pérdida de su querido príncipe.



Estaba destrozada la princesa cuando, ante la preocupación de su príncipe Celta, narró a éste el desgraciado acontecimiento, refiriendo además de su desesperación, el inmenso cariño y atracción que por el otro príncipe sentía y lamentando la pugna entre los dos por hacerse con su atención. Estas manifestaciones llenaron de tristeza y dolor al príncipe Celta, al descubrir que mayor era el amor de la princesa por el otro príncipe, demostrado, aparte de por sus propias palabras, por el hecho de sus reiteradas y diarias súplicas de perdón hacia el otro príncipe y recordando amargamente, sus recientes cuatro días y tres noches de sufrimiento en la más absoluta soledad y desamparo.

Fue entonces cuando en una honrosa muestra de amor y fidelidad y sin dudarlo ni un solo instante, el príncipe Celta manifestó a la princesa, su renuncia al título de príncipe y a la vez a su renuncia a ella misma y ello con inmenso dolor y solamente para facilitar su felicidad junto al otro príncipe, pues no podía soportar asistir impasible al sufrimiento de su amada princesa, prefiriendo ahogarse en su propio sufrimiento con tal de evitárselo a ella.

Ello causó un dolor inmenso al principe Celta, que pensando que no era posible ya más dolor en su corazón, tuvo que soportar, incomprensiblemente, la inesperada indiferencia de la princesa hacia su gesto, hecho que más tarde ella, tardía pero justamente, rectificaría.

El principe Celta, tras su renuncia como príncipe y demostrando ser un digno caballero, decidió cavar con sus propias manos una fosa y enterrarse, en soledad y silencio, a seis pies de profundidad, esperando que con ello su amada princesa pudiera encontrar la felicidad con su otro príncipe sin que él mismo fuera impedimento.

El otro príncipe también renunció a serlo, pero al contrario que el principe Celta, no se quedó como caballero sino que escogió el indigno oficio de enterrador. La princesa, intentando demostrarle su amor incondicional, regaló a éste una pala como desagravio por su actitud y en muestra de su preferencia hacia él, pero su rencor se mantuvo intacto y enterró a la propia princesa con la misma pala que le había regalado y con su indiferencia, a seis pies de profundidad.

Fue entonces cuando la princesa empezó a sentirse agobiada, triste, con mucho dolor y a mostrar un arrepentimiento tardío y a preguntarse una y otra vez cómo había podido tener dos maravillosos príncipes y haber sido capaz de perderlos a los dos, mientras gritaba desesperada para que alguien la sacara de allí, pero se encontró con la triste realidad: ella misma había permitido que el principe Celta permaneciera enterrado, perdiendo la posibilidad de que le librara de su enterramiento y que su otro príncipe se convirtiera en enterrador y la enterrara a ella misma y por mucho que gritara, sabía que el resto solo eran villanos o personas vacías que no podrían ayudarle.

El principe Celta no era capaz, por mucho que lo intentaba, de salir para poder desenterrarla y salvarla, aunque seguía intentándolo, más el enterrador, otro digno príncipe a veces le echaba más tierra, en forma de indignos comentarios, para que no pudiera conseguirlo. El principe celta gritaba a la princesa quejándose de ello, más ella le disculpaba, agobiada por las circunstancias, manifestando que quizás se le había escapado la pala sin querer y que además ella no tenía culpa de tal circunstancia. Esta actitud de la princesa dejaba sin fuerzas a el principe Celta y la tierra le hundía más.

Y así y sólo así, ésta fue la historia de la princesa que tenía dos principes y los perdió y ahora llora desesperada su arrepentimiento al límite de sus fuerzas.

Más.... quizás sea posible que la chispa que eternamente lleva dentro la princesa la saque de este trance...
... quizás convenza al enterrador y lo vuelva a convertir en su príncipe, la salve de su enterramiento y juntos galopen sobre la tierra que sepulta a el principe Celta...
... quizás la princesa reconforte a el principe Celta con sus palabras, aprovechando su enterramiento cercano y le de fuerzas suficientes para rescatarla....
... quizás la princesa consiga rehacer sus dos príncipes y mantener ambas relaciones de nuevo...
... quizás la princesa ofrezca su corazón a otra persona para que la rescate y se olvide para siempre de sus otros dos príncipes...
... quizás la princesa aprenda esta vez la lección....

Pero sea como fuere lo que acontezca, solo una cosa cierta habrá, que dice la poesía de este modo tan veraz:

Lo merece la princesa,
lo merece de verdad,
ser feliz con quien desee,
ser feliz y nada más.

Sea enterrador o caballero
sea canalla o Don Juan
sea andaluz o gallego,
extremeño o catalán.

No cambies nunca princesa,
mi Princesa alguien dirá,
que se lleve la alegría, la belleza,
la sumisa y... la niña de papá.

Que se lo lleve todo,
que lo acepte como es,
que solo sea de ese modo,
para que no salga al revés.

Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
y su felicidad tendrá.