jueves, 28 de agosto de 2014

El mendigo que cuidaba a la Princesa



Cuatro largos meses han pasado, toda la larga primavera y parte incluso del verano, desde que el otrora Príncipe y la Princesa hubieran tomado diferentes caminos para recorrer sus vidas, mas ambos tristes y lúgubres.

Hasta llegar aquel estival día del 27 de agosto, día en que la Princesa cumplía años, mas omitiremos su edad pues sabido es que no hay caballero que se precie, que desvele la edad de una dama y que así por siglos sea.

Acercose la Princesa al pueblo con intención de celebrar tan señalado día, aprovechando la feria que allí se celebraba. Dejaba tras de si, como en ella era habitual, el aire impregnado de alegría, la gente le hablaba y ella disfrutaba alegremente, algún descarado mozo soltábale algún pícaro comentario que ella recibía sonriente y de buen grado y así discurría la estancia de la Princesa entre la gente....

... hasta que la Princesa, en su interminable algarabía, que le impedía fijarse por dónde caminaba, tropezose con un harapiento y barbudo mendigo que sentado sobre el mismo suelo y con la cabeza baja, pedía una limosna con la que subsistir. Un desconocido hombre de los que le constantemente le hacían comentarios inapropiados y que caminaba a la misma vera de la Princesa, propinó una patada al mendigo por hacer tropezar a la Princesa, sin embargo, disculpose la Princesa y, con afan de enmendar su tropiezo, dejó caer una moneda sobre el modesto plato que el mendigo portaba en su mano. Éste, sin levantar la cabeza, tomó la moneda, la colocó en la mano y con un preciso golpe de su dedo pulgar a modo de catapulta, hizo volar la moneda, haciéndola girar en el aire sobre si misma, hasta con la misma mano recogerla y devolvérsela a la Princesa, metiéndosela en el bolsillo del vestido.



La extraña actitud del mendigo, rechazando la limosna, junto con su asombrosa destreza en el juego con la moneda, dejaron boquiabierta y muda a la Princesa y mientras esta reaccionaba, levantose el medigo y comenzó a caminar perdiéndose entre la gente, solamente dejando visibles sus viejas alpargatas entre los zapatos de los demás. Fue entonces, cuando el mendigo, al alejarse y al dar un amplio paso, dejó por un instante al descubierto uno de sus tobillos y la Princesa observó que tenía tatuado el wuivre. "Mi principe !!!!!" gritando exclamó la Princesa como si se le fuera la vida en ello, fue entonces cuando, al oírlo, el mendigo detúvose y por primera vez levantó la mirada y aquellos ojos verdes quebrados por las lágrimas se clavaron en la Princesa durante escasos e interminables segundos, haciéndole estremecer como hacía mucho tiempo, más de cuatro meses al menos, nadie conseguía.

Perdiose definitivamente el mendigo entre la gente, dejando a la Princesa con una extraña sensación de tristeza, añoranza y alegría entremezcladas. Fue entonces cuando la Princesa recordó que se comentaba entre la gente que aquel poderoso Príncipe Celta, que junto a su Princesa felizmente habitaban el Palacio del vasto Reino Celta, al perder a su Princesa, renunció a ser príncipe, abandonó su reino y tristemente convirtiose en un despreciable mendigo, mas nadie lo había vuelto a ver.

Tras unos minutos de absortos recuerdos, reaccionó la princesa y lo primero que hizo fue desterrar a aquel hombre que había pateado y humillado al mendigo.

Sintiose entonces la Princesa muy triste mas inmensamente feliz, sin saber explicar tal suerte de absurdos y contradictorios sentimientos, mas así se sentía ella y sobre todo, sentíase protegida, sabiendo que el otrora príncipe, ya fuera como príncipe o mendigo, nunca se había realmente marchado, siempre estaba a su lado, observándola, protegiéndola, cuidándola....

De repente, recordó la Princesa la moneda que había dejado en el bolsillo de su vestido, rauda metió la mano en el, sacó la moneda, la miró, profundamente la olió y fuertemente la apretó en su mano, sin soltarla, mas percatose que, además de la moneda, en su bolsillo había algo más, un pequeño objeto que parecía un simple y pequeño trozo de madera que parecía estar parcialmente pintado de rojo. Frunció el ceño la Princesa, contrariada al no poder comprender el significado ni el origen del mismo, mas de repente, sus preciosos ojos azules abriéronse intensamente y su cara cambió y la niña que legendariamente llevaba dentro, echo precipitadamente a correr, sin que nadie a su alrededor lograra detenerla y corrió y corrió la Princesa, hasta llegar al que fuera el Reino Celta. No pudo reprimir las lágrimas al ver el estado de abandono del mismo, cómo aquellos verdes jardines en los que correteaba descalza, hallábanse ahora cubiertos de maleza, el palacio, cuyos interminables pasillos recorría alegremente, descuidado y desvalijado por ruínes salidos que se apoderaban de lo que quedaba de el.

Buscó y buscó, con inusitada ansiedad la Princesa entre la maleza del muro que delimitaba las que fueran posesiones del príncipe, hasta que por fin halló, tirado, semioculto por la maleza y comenzando a pudrirse, el viejo letrero de madera con la leyenda de "Reino Celta", partido en dos por la rabia y el puño del Príncipe en el momento de abandonar sus tierras. Tomó entonces la Princesa el pequeño trocito de madera de su bolsillo y consiguió encajarlo en los restos del letrero, comprobando que pertenecía al mismo y que el color rojo no era sino la sangre provocada por la rabia del príncipe al golpearlo. En ese instante, una leve sonrisa de satisfacción comenzó a dibujarse en su rostro.

La Princesa recogió los restos del letrero y los llevó a su morada, donde durante días y días cuidadosamente, sin descanso y con mimo los limpió y unió hasta conseguir que el letrero semejara nuevo y lustroso, y en ese estado, envuelto en la suave y verde seda de la esperanza, lo guardó como el más preciado tesoro, por si un día, cercano o lejano, el destino quizás, quién sabe, pudiera hacerle recobrar el protagonismo perdido, mientras, la princesa duerme tranquila, sabiendo que, en algún lugar más cercano que lejano, un príncipe en forma de harapiento mendigo, vela sus sueños en la oscuridad de la noche y la cuida y protege discreta e incansablemente...

martes, 29 de abril de 2014

...

Has tardado mucho en llegar princesa y mira lo que has provocado.
Ni en tus pesadillas imaginabas que podría ocurrir algo así porque siempre has vivido ajena a la grandeza de este reino, siempre te has refugiado en la parte feliz, armoniosa, risueña; en los amaneceres llenos de risas y atardeceres rosáceos. Correteando por los pasillos de un reino que te ha mimado y cuidado como jamás nada ni nadie ha hecho y que no has sabido apreciar, corresponder, no has sabido respetar.
Siempre escondiendo aquello que sentías, unas veces siendo consciente y agachando la cabeza, otras mirando hacia otro lado jugando al despiste,  porque para ti siempre ha sido más fácil. Callar, ocultar, mentir y engañar hasta el punto de hacértelo a ti misma.
Y no porque estuvieses vacía de sentimientos,si no porque el capricho de la princesa era jugar, jugar a quererlo todo. 

Un príncipe que lo ha  dado todo  por ti, y que aun, a pesar de estas ruinas,  su sombra vaga por cada rincón de este reino acariciando tu silueta.

Muchos errores, muchas promesas incumplidas, mucho de todo lo malo que no hace si no empequeñecer el alma principesca y sentir como la vergüenza se instala de forma permanente en tu propio reino interior.

Y ahora estás sola, errando por un reino que no existe, sin perro que te ladre,sin príncipe que te ame.



Mas a lo mejor, quizás, tal vez, es posible que la esencia de la princesa, la que la hace única e  irrepetible y que en su día  conquistó al príncipe, se gane la oportunidad de volver a la luz, a la luz de este reino.

Pero eso será otro cuento...si el príncipe quiere.


martes, 22 de abril de 2014

El Fin

Detúvose el tiempo en el Reino Celta, los pájaros, otrora cantarines y felices, cesaron de cantar, apoderose el silencio de cada rincón de los jardines de Palacio y una densa y persistente niebla, inundaba el aire de tristeza.

Los infinitos pasillos de Palacio, recorridos ahora por un insoportable silencio, amargamente lloraban el recuerdo de los incansables, pueriles y alegres correteos de la princesa por ellos, aquella princesa que impregnaba cada vetusta piedra con olor a azahar, que iluminaba cada lúgubre estancia con su sola presencia, que mágicamente trocaba tristeza por alegría, noche por sol, pasividad por entrega infinita, aquella princesa que al Príncipe encandilaba, que enamoraba hasta límites que ni él mismo conocía.

Y lloró el Príncipe en silencio, y su risa quedó aplastada por la losa de la tristeza, y sus verdes ojos convirtiéronse en una fuente de lágrimas, al ser consciente que había perdido su más preciado tesoro en forma de princesa. Y como si de su misma muerte se tratara, todas sus vivencias con la princesa pasaron por su mente una tras otra, tantas, tantísimas tardes de risas, de juegos, de intensas emociones, de entrega y dominación, de enseñanzas, de ortografía, de clases de gallego, de gallego con acento andalú y andalú con acento galego, de "asines" de "ser igual pero no lo mismo", de elegir con mimo paciencia y cariño un collar, de la emoción de ponerlo por primera vez, de verlo puesto, de tantas "charlas", tantas bonitas cosas, añoranzas, recuerdos, todo aquello que en su pueblo resumen en una única palabra: "morriña".

Tantos y tantos bonitos recuerdos perdidos, mas el Príncipe no fue ya capaz de encontrar un solo mal recuerdo de su.... (ufff como cuesta) ... de la princesa, aquella maravillosa princesa que en ese día perdió.

Fue entonces cuando el Príncipe recordó la antigua poesía de la primera entrada, años ha y cuya plena vigencia pervive en el día de hoy y que así decía:

Lo merece la princesa,
lo merece de verdad,
ser feliz con quien desee,
ser feliz y nada más.

Sea enterrador o caballero
sea canalla o Don Juan
sea andaluz o gallego,
extremeño o catalán.

No cambies nunca princesa,
mi Princesa alguien dirá,
que se lleve la alegría, la belleza,
la sumisa y... la niña de papá.

Que se lo lleve todo,
que lo acepte como es,
que solo sea de ese modo,
para que no salga al revés.

Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
y su felicidad tendrá.

Y desde este momento, renunció el Príncipe a serlo, pues sabido es que no hay Príncipe sin princesa y princesa solo hay y habrá una en el corazón del Príncipe para siempre y quiso éste que la última vez que escribiera como Príncipe fuese para la Princesa y así fue, sobre la misma cama en que se forjaron sus perdidos sueños, encontró la Princesa, empapado en lágrimas, el último mensaje del Príncipe:



viernes, 4 de abril de 2014

El verdadero cuento de la princesa.

 ... por todo lo que había acontecido en el pasado y por mor de su legendaria y maldita intuición, no se encontraba totalmente a gusto el Príncipe, así que poco a poco fue dejando que el tiempo fluyera, lento muy lento, para que este, con su habitual elegancia y eficacia pusiera, como siempre, las cosas en su sitio. Pero el tiempo tardó y los dias duraban semanas, y meses, y el Príncipe estaba espectante, temeroso y ansioso a la vez por saber lo que el tiempo le depararía, mientras, la princesa se entretenía, alegre, como siempre, correteando por los pasillos del Palacio, jugando incansable, algunas veces haciendo pucheros porque el Príncipe no le atendía lo habitual y pidiendo más, un avance en la relación, más el Príncipe se debatía entre lanzarse detrás de su corazón o frenarse haciendo caso a su intuición, ganando siempre esta última la partida.

 Y así, lento, muy lento, sucedían las cosas, hasta que esa quietud se rompió cuando el Príncipe, que conocía a la princesa más que ella misma - circunstancia que a la princesa enamoraba y que paradojicamente también la destrozaba - la notó extraña, había algo en ella que no era habitual, algo ínfimo pero suficiente para hacer saltar las alarmas del Príncipe y éste así se lo anunció, causando la risa de la princesa que negaba, alborozada, cualquier circunstancia que pudiera hacer que estuviese extraña, mas lo estaba y el Príncipe lo sabía e inquieto comenzó a mostrarse, pues esa misma situación se había dado en el pasado con trágicas consecuencias, mas no quería el Príncipe pensar, ni por asomo, que tales acontecimientos volvieran a suceder.

 Mas, para disgusto del Principe, seguía sintiendo a su princesa extraña, muy extraña y negando la cada vez más patente evidencia y fue asi como un buen día el Príncipe, haciendo gala de su innata inteligencia y de su poder en su Reino, tragicamente enterose de que su princesa veíase a escondidas con el príncipe mediterráneo, con el príncipe mediterráneo si, aquel que al principio de esta historia, mucho tiempo ha, pasó de Príncipe a villano, el mismo que con sus indignas actitudes había hecho también indigna a la princesa, aquel del que la propia princesa había renegado tantas y tantas veces, el mismo del que la propia princesa decía que no quería saber nada más, que la había manipulado y engañado constantemente.

 Cuando el Príncipe Celta se enteró, sorprendente incluso para el y tristemente, no se enojó, pero si derrumbose toda la montaña de ilusiones que había construido junto a su princesa y tras el derrumbe, una gran ola de tristeza lo hundió y aún así, seguía el Príncipe Celta confiando en su princesa, esperando que le confesara la traición, dia a día, noche a noche, mas la princesa, ajena a tal sufrimiento por la torpeza de tratar de esconderse tras la mentira, negaba la evidencia, mostrábase contenta y feliz, reíase del Príncipe Celta como había hecho en el pasado y de sus traidores labios seguían brotando palabras como "tuya" "te quiero", al tiempo que ofrecía sus favores al otrora principe mediterráneo.

 Comenzó la princesa a observar la ya indisimulable tristeza del Príncipe Celta, pero aún así, con la frialdad y frivolidad que caracterizaban todas las indignas actuaciones de la princesa junto con el príncipe mediterráneo, seguía consumando la injusta traición.

 Bajaba entonces el Príncipe Celta a los lúgubres sótanos de Palacio, y asomado tras aquella pequeña ventana, veía como su princesa, creyéndose invisible,  jugaba con el principe mediterráneo, mientras Celta observaba y lloraba en silencio y soledad tras el cristal, soportando el inmenso dolor de cada constante martillazo en su cabeza en forma de ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? que hacía que sus lágrimas brotaran cuan silenciosa fuente y el vaho de su aliento empañara el viejo cristal, haciendo visible la otrora maravillosa y ahora absurda frase de "Te quiero" con que los Príncipes, con sus dedos entrelazados habían decorado cada ventana del inmenso Palacio.

 Tantos te quiero, tantos intensos sentimientos, tantísimos bonitos momentos, tanto tiempo, infinitas preciosas palabras, tantas sonrisas, tantas lágrimas, tantas emociones, resumidas ahora en una pregunta sin respuesta

 ¿Por qué?

 Y en su noche en vela, paseando su tristeza y su dolor por los jardines de Palacio, escribiendo esta nueva y triste historia, fue como el Principe Celta, que tan inteligente se creía, tristemente descubrió su torpeza de creer realidad lo que en verdad era.... la penúltima página del verdadero cuento de su la princesa.

lunes, 26 de noviembre de 2012

AL OCASO


Una tarde cualquiera,
sentados al atardecer,
tu hombro junto al mio,
tus dedos entrelazados en los mios,
Tu mirada fija en el horizonte, 
mi mirada puesta en Ti,
el aire meciendo nuestra respiración,
susurros callados de deseo,
de complicidad...

Me aprietas las mano,
tu pecho se hincha,
tus ojos se entrecierran,
tus labios se separan,
el tiempo se detiene, queda retenido...

"Te quiero"...
..."y yo a Ti, y yo a Ti"...

Y con el movimiento de mi cabeza,
que se apoya en tu hombro,
incito al tiempo a liberarse de nuevo para seguir su camino.