martes, 29 de abril de 2014

...

Has tardado mucho en llegar princesa y mira lo que has provocado.
Ni en tus pesadillas imaginabas que podría ocurrir algo así porque siempre has vivido ajena a la grandeza de este reino, siempre te has refugiado en la parte feliz, armoniosa, risueña; en los amaneceres llenos de risas y atardeceres rosáceos. Correteando por los pasillos de un reino que te ha mimado y cuidado como jamás nada ni nadie ha hecho y que no has sabido apreciar, corresponder, no has sabido respetar.
Siempre escondiendo aquello que sentías, unas veces siendo consciente y agachando la cabeza, otras mirando hacia otro lado jugando al despiste,  porque para ti siempre ha sido más fácil. Callar, ocultar, mentir y engañar hasta el punto de hacértelo a ti misma.
Y no porque estuvieses vacía de sentimientos,si no porque el capricho de la princesa era jugar, jugar a quererlo todo. 

Un príncipe que lo ha  dado todo  por ti, y que aun, a pesar de estas ruinas,  su sombra vaga por cada rincón de este reino acariciando tu silueta.

Muchos errores, muchas promesas incumplidas, mucho de todo lo malo que no hace si no empequeñecer el alma principesca y sentir como la vergüenza se instala de forma permanente en tu propio reino interior.

Y ahora estás sola, errando por un reino que no existe, sin perro que te ladre,sin príncipe que te ame.



Mas a lo mejor, quizás, tal vez, es posible que la esencia de la princesa, la que la hace única e  irrepetible y que en su día  conquistó al príncipe, se gane la oportunidad de volver a la luz, a la luz de este reino.

Pero eso será otro cuento...si el príncipe quiere.


martes, 22 de abril de 2014

El Fin

Detúvose el tiempo en el Reino Celta, los pájaros, otrora cantarines y felices, cesaron de cantar, apoderose el silencio de cada rincón de los jardines de Palacio y una densa y persistente niebla, inundaba el aire de tristeza.

Los infinitos pasillos de Palacio, recorridos ahora por un insoportable silencio, amargamente lloraban el recuerdo de los incansables, pueriles y alegres correteos de la princesa por ellos, aquella princesa que impregnaba cada vetusta piedra con olor a azahar, que iluminaba cada lúgubre estancia con su sola presencia, que mágicamente trocaba tristeza por alegría, noche por sol, pasividad por entrega infinita, aquella princesa que al Príncipe encandilaba, que enamoraba hasta límites que ni él mismo conocía.

Y lloró el Príncipe en silencio, y su risa quedó aplastada por la losa de la tristeza, y sus verdes ojos convirtiéronse en una fuente de lágrimas, al ser consciente que había perdido su más preciado tesoro en forma de princesa. Y como si de su misma muerte se tratara, todas sus vivencias con la princesa pasaron por su mente una tras otra, tantas, tantísimas tardes de risas, de juegos, de intensas emociones, de entrega y dominación, de enseñanzas, de ortografía, de clases de gallego, de gallego con acento andalú y andalú con acento galego, de "asines" de "ser igual pero no lo mismo", de elegir con mimo paciencia y cariño un collar, de la emoción de ponerlo por primera vez, de verlo puesto, de tantas "charlas", tantas bonitas cosas, añoranzas, recuerdos, todo aquello que en su pueblo resumen en una única palabra: "morriña".

Tantos y tantos bonitos recuerdos perdidos, mas el Príncipe no fue ya capaz de encontrar un solo mal recuerdo de su.... (ufff como cuesta) ... de la princesa, aquella maravillosa princesa que en ese día perdió.

Fue entonces cuando el Príncipe recordó la antigua poesía de la primera entrada, años ha y cuya plena vigencia pervive en el día de hoy y que así decía:

Lo merece la princesa,
lo merece de verdad,
ser feliz con quien desee,
ser feliz y nada más.

Sea enterrador o caballero
sea canalla o Don Juan
sea andaluz o gallego,
extremeño o catalán.

No cambies nunca princesa,
mi Princesa alguien dirá,
que se lleve la alegría, la belleza,
la sumisa y... la niña de papá.

Que se lo lleve todo,
que lo acepte como es,
que solo sea de ese modo,
para que no salga al revés.

Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
y su felicidad tendrá.

Y desde este momento, renunció el Príncipe a serlo, pues sabido es que no hay Príncipe sin princesa y princesa solo hay y habrá una en el corazón del Príncipe para siempre y quiso éste que la última vez que escribiera como Príncipe fuese para la Princesa y así fue, sobre la misma cama en que se forjaron sus perdidos sueños, encontró la Princesa, empapado en lágrimas, el último mensaje del Príncipe:



viernes, 4 de abril de 2014

El verdadero cuento de la princesa.

 ... por todo lo que había acontecido en el pasado y por mor de su legendaria y maldita intuición, no se encontraba totalmente a gusto el Príncipe, así que poco a poco fue dejando que el tiempo fluyera, lento muy lento, para que este, con su habitual elegancia y eficacia pusiera, como siempre, las cosas en su sitio. Pero el tiempo tardó y los dias duraban semanas, y meses, y el Príncipe estaba espectante, temeroso y ansioso a la vez por saber lo que el tiempo le depararía, mientras, la princesa se entretenía, alegre, como siempre, correteando por los pasillos del Palacio, jugando incansable, algunas veces haciendo pucheros porque el Príncipe no le atendía lo habitual y pidiendo más, un avance en la relación, más el Príncipe se debatía entre lanzarse detrás de su corazón o frenarse haciendo caso a su intuición, ganando siempre esta última la partida.

 Y así, lento, muy lento, sucedían las cosas, hasta que esa quietud se rompió cuando el Príncipe, que conocía a la princesa más que ella misma - circunstancia que a la princesa enamoraba y que paradojicamente también la destrozaba - la notó extraña, había algo en ella que no era habitual, algo ínfimo pero suficiente para hacer saltar las alarmas del Príncipe y éste así se lo anunció, causando la risa de la princesa que negaba, alborozada, cualquier circunstancia que pudiera hacer que estuviese extraña, mas lo estaba y el Príncipe lo sabía e inquieto comenzó a mostrarse, pues esa misma situación se había dado en el pasado con trágicas consecuencias, mas no quería el Príncipe pensar, ni por asomo, que tales acontecimientos volvieran a suceder.

 Mas, para disgusto del Principe, seguía sintiendo a su princesa extraña, muy extraña y negando la cada vez más patente evidencia y fue asi como un buen día el Príncipe, haciendo gala de su innata inteligencia y de su poder en su Reino, tragicamente enterose de que su princesa veíase a escondidas con el príncipe mediterráneo, con el príncipe mediterráneo si, aquel que al principio de esta historia, mucho tiempo ha, pasó de Príncipe a villano, el mismo que con sus indignas actitudes había hecho también indigna a la princesa, aquel del que la propia princesa había renegado tantas y tantas veces, el mismo del que la propia princesa decía que no quería saber nada más, que la había manipulado y engañado constantemente.

 Cuando el Príncipe Celta se enteró, sorprendente incluso para el y tristemente, no se enojó, pero si derrumbose toda la montaña de ilusiones que había construido junto a su princesa y tras el derrumbe, una gran ola de tristeza lo hundió y aún así, seguía el Príncipe Celta confiando en su princesa, esperando que le confesara la traición, dia a día, noche a noche, mas la princesa, ajena a tal sufrimiento por la torpeza de tratar de esconderse tras la mentira, negaba la evidencia, mostrábase contenta y feliz, reíase del Príncipe Celta como había hecho en el pasado y de sus traidores labios seguían brotando palabras como "tuya" "te quiero", al tiempo que ofrecía sus favores al otrora principe mediterráneo.

 Comenzó la princesa a observar la ya indisimulable tristeza del Príncipe Celta, pero aún así, con la frialdad y frivolidad que caracterizaban todas las indignas actuaciones de la princesa junto con el príncipe mediterráneo, seguía consumando la injusta traición.

 Bajaba entonces el Príncipe Celta a los lúgubres sótanos de Palacio, y asomado tras aquella pequeña ventana, veía como su princesa, creyéndose invisible,  jugaba con el principe mediterráneo, mientras Celta observaba y lloraba en silencio y soledad tras el cristal, soportando el inmenso dolor de cada constante martillazo en su cabeza en forma de ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? que hacía que sus lágrimas brotaran cuan silenciosa fuente y el vaho de su aliento empañara el viejo cristal, haciendo visible la otrora maravillosa y ahora absurda frase de "Te quiero" con que los Príncipes, con sus dedos entrelazados habían decorado cada ventana del inmenso Palacio.

 Tantos te quiero, tantos intensos sentimientos, tantísimos bonitos momentos, tanto tiempo, infinitas preciosas palabras, tantas sonrisas, tantas lágrimas, tantas emociones, resumidas ahora en una pregunta sin respuesta

 ¿Por qué?

 Y en su noche en vela, paseando su tristeza y su dolor por los jardines de Palacio, escribiendo esta nueva y triste historia, fue como el Principe Celta, que tan inteligente se creía, tristemente descubrió su torpeza de creer realidad lo que en verdad era.... la penúltima página del verdadero cuento de su la princesa.