Los infinitos pasillos de Palacio, recorridos ahora por un insoportable silencio, amargamente lloraban el recuerdo de los incansables, pueriles y alegres correteos de la princesa por ellos, aquella princesa que impregnaba cada vetusta piedra con olor a azahar, que iluminaba cada lúgubre estancia con su sola presencia, que mágicamente trocaba tristeza por alegría, noche por sol, pasividad por entrega infinita, aquella princesa que al Príncipe encandilaba, que enamoraba hasta límites que ni él mismo conocía.
Y lloró el Príncipe en silencio, y su risa quedó aplastada por la losa de la tristeza, y sus verdes ojos convirtiéronse en una fuente de lágrimas, al ser consciente que había perdido su más preciado tesoro en forma de princesa. Y como si de su misma muerte se tratara, todas sus vivencias con la princesa pasaron por su mente una tras otra, tantas, tantísimas tardes de risas, de juegos, de intensas emociones, de entrega y dominación, de enseñanzas, de ortografía, de clases de gallego, de gallego con acento andalú y andalú con acento galego, de "asines" de "ser igual pero no lo mismo", de elegir con mimo paciencia y cariño un collar, de la emoción de ponerlo por primera vez, de verlo puesto, de tantas "charlas", tantas bonitas cosas, añoranzas, recuerdos, todo aquello que en su pueblo resumen en una única palabra: "morriña".
Tantos y tantos bonitos recuerdos perdidos, mas el Príncipe no fue ya capaz de encontrar un solo mal recuerdo de
Fue entonces cuando el Príncipe recordó la antigua poesía de la primera entrada, años ha y cuya plena vigencia pervive en el día de hoy y que así decía:
Lo merece la princesa,
lo merece de verdad,
ser feliz con quien desee,
ser feliz y nada más.
Sea enterrador o caballero
sea canalla o Don Juan
sea andaluz o gallego,
extremeño o catalán.
No cambies nunca princesa,
mi Princesa alguien dirá,
que se lleve la alegría, la belleza,
la sumisa y... la niña de papá.
Que se lo lleve todo,
que lo acepte como es,
que solo sea de ese modo,
para que no salga al revés.
Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
Y desde este momento, renunció el Príncipe a serlo, pues sabido es que no hay Príncipe sin princesa y princesa solo hay y habrá una en el corazón del Príncipe para siempre y quiso éste que la última vez que escribiera como Príncipe fuese para la Princesa y así fue, sobre la misma cama en que se forjaron sus perdidos sueños, encontró la Princesa, empapado en lágrimas, el último mensaje del Príncipe:
Si es difícil desde el punto de vista del lector, (los que os conocemos un poquillo) no quiero imaginar desde vuestro adentro. Sólo deciros que por mi parte, seguiré estando al pie del cañon para lo que necesiteis.
ResponderEliminarSañudos :)
Llegará el día que este doloroso fin se vea como el inicio de otra etapa... ánimo y suerte para el camino
ResponderEliminarDe momento, no se ve más etapa ni camino que el que este que tu bien denominas "doloroso fin", pero se agradecen tus ánimos y tu deseo de suerte, que sin duda serán muy muy necesarios.
EliminarMe quedo son palabras. .. nunca imagine que los príncipes terminarán cada uno por un lado. .. siento muchísimo esta ruptura...
ResponderEliminarMarta bells
Marta, yo tampoco lo imaginé y de hecho aún no puedo asimilarlo, pero a veces hay que saber interpretar dónde está cada uno, por absurdas, injustas, incomprensibles y duras que sean las circunstancias en las que nos movemos.
EliminarTu sabes lo que esto supone, porque nos has conocido bastante bien.
Muchísimas gracias por haber siempre estado y seguir estando ahí.