viernes, 4 de abril de 2014

El verdadero cuento de la princesa.

 ... por todo lo que había acontecido en el pasado y por mor de su legendaria y maldita intuición, no se encontraba totalmente a gusto el Príncipe, así que poco a poco fue dejando que el tiempo fluyera, lento muy lento, para que este, con su habitual elegancia y eficacia pusiera, como siempre, las cosas en su sitio. Pero el tiempo tardó y los dias duraban semanas, y meses, y el Príncipe estaba espectante, temeroso y ansioso a la vez por saber lo que el tiempo le depararía, mientras, la princesa se entretenía, alegre, como siempre, correteando por los pasillos del Palacio, jugando incansable, algunas veces haciendo pucheros porque el Príncipe no le atendía lo habitual y pidiendo más, un avance en la relación, más el Príncipe se debatía entre lanzarse detrás de su corazón o frenarse haciendo caso a su intuición, ganando siempre esta última la partida.

 Y así, lento, muy lento, sucedían las cosas, hasta que esa quietud se rompió cuando el Príncipe, que conocía a la princesa más que ella misma - circunstancia que a la princesa enamoraba y que paradojicamente también la destrozaba - la notó extraña, había algo en ella que no era habitual, algo ínfimo pero suficiente para hacer saltar las alarmas del Príncipe y éste así se lo anunció, causando la risa de la princesa que negaba, alborozada, cualquier circunstancia que pudiera hacer que estuviese extraña, mas lo estaba y el Príncipe lo sabía e inquieto comenzó a mostrarse, pues esa misma situación se había dado en el pasado con trágicas consecuencias, mas no quería el Príncipe pensar, ni por asomo, que tales acontecimientos volvieran a suceder.

 Mas, para disgusto del Principe, seguía sintiendo a su princesa extraña, muy extraña y negando la cada vez más patente evidencia y fue asi como un buen día el Príncipe, haciendo gala de su innata inteligencia y de su poder en su Reino, tragicamente enterose de que su princesa veíase a escondidas con el príncipe mediterráneo, con el príncipe mediterráneo si, aquel que al principio de esta historia, mucho tiempo ha, pasó de Príncipe a villano, el mismo que con sus indignas actitudes había hecho también indigna a la princesa, aquel del que la propia princesa había renegado tantas y tantas veces, el mismo del que la propia princesa decía que no quería saber nada más, que la había manipulado y engañado constantemente.

 Cuando el Príncipe Celta se enteró, sorprendente incluso para el y tristemente, no se enojó, pero si derrumbose toda la montaña de ilusiones que había construido junto a su princesa y tras el derrumbe, una gran ola de tristeza lo hundió y aún así, seguía el Príncipe Celta confiando en su princesa, esperando que le confesara la traición, dia a día, noche a noche, mas la princesa, ajena a tal sufrimiento por la torpeza de tratar de esconderse tras la mentira, negaba la evidencia, mostrábase contenta y feliz, reíase del Príncipe Celta como había hecho en el pasado y de sus traidores labios seguían brotando palabras como "tuya" "te quiero", al tiempo que ofrecía sus favores al otrora principe mediterráneo.

 Comenzó la princesa a observar la ya indisimulable tristeza del Príncipe Celta, pero aún así, con la frialdad y frivolidad que caracterizaban todas las indignas actuaciones de la princesa junto con el príncipe mediterráneo, seguía consumando la injusta traición.

 Bajaba entonces el Príncipe Celta a los lúgubres sótanos de Palacio, y asomado tras aquella pequeña ventana, veía como su princesa, creyéndose invisible,  jugaba con el principe mediterráneo, mientras Celta observaba y lloraba en silencio y soledad tras el cristal, soportando el inmenso dolor de cada constante martillazo en su cabeza en forma de ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? que hacía que sus lágrimas brotaran cuan silenciosa fuente y el vaho de su aliento empañara el viejo cristal, haciendo visible la otrora maravillosa y ahora absurda frase de "Te quiero" con que los Príncipes, con sus dedos entrelazados habían decorado cada ventana del inmenso Palacio.

 Tantos te quiero, tantos intensos sentimientos, tantísimos bonitos momentos, tanto tiempo, infinitas preciosas palabras, tantas sonrisas, tantas lágrimas, tantas emociones, resumidas ahora en una pregunta sin respuesta

 ¿Por qué?

 Y en su noche en vela, paseando su tristeza y su dolor por los jardines de Palacio, escribiendo esta nueva y triste historia, fue como el Principe Celta, que tan inteligente se creía, tristemente descubrió su torpeza de creer realidad lo que en verdad era.... la penúltima página del verdadero cuento de su la princesa.

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