lunes, 9 de mayo de 2011

Entregose la Princesa al alba

Hallábase aquella tarde la Princesa conversando con el Príncipe Mediterraneo, como tantas y tantas veces había hecho, mas aquella tarde sentía que no era lo mismo, sentía que el Príncipe Mediterráneo cada vez se alejaba más de ella, se adentraba calzando sus robustas y cómodas botas hacia los límites de sus pedregosas tierras, hacia aquellas zonas donde la Princesa, con sus maltrechos pies no podía alcanzar. Conversando con él se lo manifestó, más con un punto de frialdad y otro de tristeza, a él no pareció importarle demasiado, mientras la Princesa tenía constantemente al Príncipe Celta en su pensamiento, a sus verdes campos, a la injusticia que le mordía la conciencia, a sus deseos, no podía dejar de pensar en ello, a cada instante. Despidiose la Princesa del Príncipe Mediterraneo con mucha tristeza y melancolía, casi como si fuese para siempre, aún sabiendo que no sería así…
Retirose la Princesa a su lecho mientras meditaba sobre el Príncipe Mediterraneo y, como tantas y tantas veces, no logró conciliar el sueño, atormentada por sus pensamientos, por su eterna lucha interna, por sus contradictorios deseos, sabiendo que una Princesa no podía tener dos Príncipes, que en algún momento quizás debiera tomar una dolorosa decisión. Pensó y pensó la Princesa, sabiendo que aquella noche era distinta noche, que aquella noche era especial, pensaba y pensaba, aún sabiendo que poco o nada tenía que pensar, mas deseaba estar segura, esta vez si, segura…
Al alba, citó al Príncipe Celta en el lugar en que solían encontrarse, arrodillose frente a él, sus constantes inspiraciones, aquellas que solía realizar en los intensos momentos, apenas permitían a la Princesa que las palabras brotasen de sus labios, mas sus intensos deseos lo consiguieron y mirando al Príncipe a los ojos, le dijo: “Deseo ser vuestra, mi Príncipe, deseo ser solo vuestra, deseo entregarme a vos, deseo que tomeis mi mano y me guieis por tierras seguras y por verdes campos, lo deseo… lo deseo y estoy segura de ello… quiero ser vuestra”
El Príncipe, estremecido por las ansiadas palabras de su Princesa, sintiose intenso, poderoso, sintió como cada músculo de su cuerpo se tensaba, como las emociones labradas en tanto tiempo, en tan larga espera, en tantos dolorosos momentos, esas emociones se condensaban en sentidas lágrimas que brotaban de sus ojos sin poder ni querer evitarlo.
Hízose el silencio entonces entre los dos, un silencio cómplice, un silencio emocionado, emocionante, intenso, íntimo, un silencio solo roto por la intensa respiración de ambos…
El Príncipe deseaba oirlo de nuevo, después de tan larga espera y de tantas y tantas frustraciones pasadas y por ello, nuevamente le insistió en un breve y emocionado diálogo entre ambos:
- “¿ En verdad sois mía ?”
- “Lo soy”
- “¿ Estáis segura ?"
- “Lo estoy”
Príncipe y Princesa uniéronse entonces en silencio en un fuerte, emocionado e interminable abrazo, las lágrimas de emoción brotaban de sus ojos, sentían sus corazones latiendo juntos, en sus pechos unidos y así se quedaron... así se quedaron …

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