lunes, 2 de mayo de 2011

El cuento de la princesita

Algunas noches, cada vez menos, encontrábase la Princesa con su Príncipe Mediterraneo, hacíase el silencio cuando ello ocurría y, cuando la noche avanzaba, ella se encaminaba sola a sus aposentos, mas no sentía miedo, pues siempre sentía la protección del Príncipe Celta en su cercana lejanía. Sabía que, como cada noche, la blanca paloma mensajera del Príncipe Celta, arrullaría en su ventana con el mensaje de buenas noches, con el mensaje de cada noche... con Su mensaje, aquel que le daba la intensidad suficiente para íntimamente estremecerse y a la vez la justa tranquilidad que le permitiera plácidamente dormirse.
Mas aquella noche, demorábase la paloma, lo que hacía impacientarse a la Princesa, aquel hecho le hacía inquietarse, así que se levantó y abrió la ventana, dejándola ligermanete entornada para que la paloma sintiese su ansiedad y rauda llegara, tras lo que nuevamente se acostó a esperar.
Aguardaba la Princesa en su lecho, cuando un leve ruido la sobresaltó, dirigió su mirada a la ventana y pudo observar, incrédula, la figura del Príncipe Celta, lo que hizo que la Princesa ansiosamente intentara incorporarse, acción de la que desistió tras un leve gesto impositivo del Príncipe.
El Príncipe sigilosamente avanzó hasta llegar al principesco lecho, arrodillose a la vera de la Princesa y con otro leve gesto le indicó que guardase silencio. La Princesa inspiró profundamente como solía hacer en los momentos intensos y más cuando sintió la mano del Príncipe acariciando tiernamente sus suaves y rubios cabellos y su boca a escasos milímetros de su oído. Fue entonces cuando el Príncipe comenzó a susurrarle, con su cálida y tranquilizadora voz:
“Únicamente he venido a contarte un cuento al oído... un breve cuento de princesas”
A lo que ella, contrariada respondió: “¿De princesas? Pero si Princesa soy yo”
Un enternecedor movimiento de la mano del Príncipe entre sus cabellos fue suficiente para que la Princesa se relajara, confiando plenamente en él.
El Príncipe comenzó entonces el cuento, con el mismo cálido susurro en el oído de la Princesa:
“Érase una vez una joven y preciosa princesita, alegre, tierna, sensible y traviesa, que con su frescura cautivaba a todo aquel que tenía la enorme fortuna de conocerla, mas esa princesita muchas veces intentaba pensar en su futuro, en el complicado futuro que a todas las princesas aguarda y el pensarlo le atormentaba, no era capaz de ordenar sus pensamientos, de casarlos con sus sentimientos, de pensar de forma que pudiera conseguir la tranquilidad que sabía la llevaría a su feliz esencia y mientras jugaba, correteaba, disfrutaba de sus travesuras, en su irreal mundo, intentando olvidar la incertidumbre de sus pensamientos. Pero un buen día, la princesita, jugando con aquella ranita con la que desde hace tanto tiempo jugaba, a la que traviesamente había maltratado tantas veces, aquel día, después de tanto tiempo, la había mirado con cariño, con nostalgia, depositándola en la palma de su mano como acostumbraba a hacer, la miró y entonces la ranita le dijo “princesita, por fin te has fijado en mi, tanto tiempo y no te has dado cuenta que yo he estado aquí siempre, cerca de ti, que me has despreciado y maltratado en tus travesuras y solo yo puedo conseguir que puedas cumplir tus sueños, colócame bajo tu almohada esta misma noche y verás ...”
La princesita, que no daba crédito a lo que había sucedido, con inmensa ilusión tomó tiernamente a la ranita en su mano y bajo su almohada la colocó tal y como le había pedido la propia ranita y aguardo.... "
El Príncipe Celta susurraba este cuento en el oído de la Princesa, a un solo milímetro de ella. Estremecíase La Princesa con la cercanía del Príncipe, notando su aliento, sus dedos entre sus cabellos, su cálida voz que suavemente penetraba en su interior y la llenaba toda, que la llenaba de serenidad, de ternura, de bienestar... haciéndola inspirar y suspirar a cada instante, se sentía protegida, mimada, cuidada, querida, deseada, se sentía Princesa, sentía su esencia muy adentro, muy íntimamente, se sentía entregada, sentía al Príncipe penetrando por todos los poros de su piel, ahora totalmente en silencio pues el Príncipe había interrumpido el cuento y sentíanse ambos íntimamente unidos, intensamente unidos.
Fue entonces cuando la Princesa, intentando calmar su sabida y por veces infantil y tierna ansiedad, como era de esperar, con quebrada y suave voz preguntó al Príncipe: “ pero, decidme, ¿consiguió la ranita que la princesita pudiera cumplir su sueño? ¿Lo consiguió? ¿lo Consiguió"? quiero conocer el final del cuento, os lo suplico.”
A lo que el Príncipe reaccionó con una emotiva y tierna sonrisa y con unos minutos de silencio, de aquellos que siempre desesperaban y estremecían por igual a la Princesa, tras los que, nuevamente susurrándole al oído, le dijo “mira en tu interior, déjate llevar por tus sentimientos, el cuento ya ha llegado a su fin y yo estoy aquí, contigo, siénteme, ¿acaso no se ha cumplido tu sueño... princesita?”
Estremeciose entonces la Princesa sintiendose princesita, sintiendo que él era su sueño cumplido, mil sentimientos que se hallaban escondidos se agolparon de repente, sintiose íntimamente excitada, plena, feliz.
Incorporose entonces el Príncipe, arropó con mimo a la Princesa y luego besó suavemente a la Princesa en la frente, sintiose entonces la Princesa protegida, cuidada e inmune ante las adversidades, en el solo roce de los labios del Príncipe sobre su frente.
Desapareció entonces el Príncipe en la oscuridad de la noche y la Princesa quedó entonces sumida en un plácido sueño, inconscientemente disfrutando de sus sueños de princesita...

3 comentarios:

  1. Con que mimo, dulzura, cariño, amor...
    Sabes que me encanta, pero lo repito hasta la saciedad...ME ENCANTA!!!

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  2. Otro cuento....otro cuento....por favor....

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  3. jajajaja ummm me encanta cuando la Princesa hace pucheros para conseguir lo que quiere...

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