viernes, 8 de abril de 2011

Su Princesa se entrega

Hallábase el Príncipe Celta en su enterramiento, pero pendiente de la llegada de su Princesa, cuando ésta le sorprendió apareciendo súbitamente y antes de tiempo en el lugar. Por el mínimo resquicio entre la tierra que separaba al Príncipe del exterior, la Princesa le manifestó sus ansias porque al fin pudiera abandonar su largo enterramiento, mas el Príncipe le indicó que sentía miedo, miedo de no saber qué se encontraría fuera, miedo de toparse con la triste realidad de sentirse relegado tras su otro Príncipe, miedo de no poder recuperar la necesaria complicidad con su Princesa, miedo de haber perdido sus tierras. Con decisión y sin duda, su Princesa interrumpió sus palabras y fluyeron los más íntimos sentimientos por sus labios: "No temas nada, soy Tu Princesa, soy tuya", le dijo susurrándole. Al percibir la firmeza de los sentimientos mostrados, el Príncipe no dudó ni un solo instante y con desatada fuerza hizo que la tierra se resquebrajara entre sus brazos, liberándose al fin de su sufrido y largo enterramiento. Fue entonces cuando su Princesa se arrodilló ante él, sumisamente bajó su mirada, colocó sobre las alzadas palmas de sus manos la espada del Príncipe, que celosamente había guardado para su regreso y estremecida le devolvió el dominante poder en forma de espada. Sentía en esos momentos la Princesa mil veces ansiadas y recordadas sensaciones: se sentía Princesa, se sentía femenina y mujer, se sentía protegida y muy emocionada, sentía una enorme ansiedad por llenar un íntimo vacío, lo deseaba, lo anhelaba con fuerza, sentía íntimamente que hervía por dentro sintiendo al fin la dominante mirada de Su Príncipe clavada en ella, percibiéndolo todo, sintiendo como su Princesa apenas podía contener la húmeda y ardiente lava que sentía en su interior y que ínfimamente mostraba con un leve y acompasado balanceo de su cuerpo y algún inevitable y hasta el límite retenido suspiro, situación que de manera cómplice prolongaría el Príncipe hasta el límite, en una emotiva, larga ansiada e intensa fusión de sentimientos hasta plenamente llenar y sellar el ansiado vacío de su entregada Princesa. Despidiéronse emotivamente en un largo, larguísimo y sentido abrazo. El Príncipe, al fin libre, se retiró sintiéndose orgulloso de su Princesa y ella feliz, sintiéndose llena, muy llena de su Príncipe y suya, al fin muy suya, ansiadamente suya ...

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