miércoles, 6 de abril de 2011

Haydee, TU Princesa

La Princesa tenía un gran corazón, que continuaba compartiendo con los dos Príncipes. Disfrutaba plenamente de la compañía de su Príncipe Mediterraneo casi a diario, más, sin embargo, sentía una espina clavada en su corazón, más concretamente en la pequeña zona que ocupaba el Príncipe Celta, sabiendo de su prolongado sufrimiento, circunstancia que le causaba cierto desasosiego. Una vez más, haciendo gala de su honorable insistencia, la Princesa cruzó veloz el bosque, empujada por la inmensa fuerza de sus sentimientos y, como de costumbre, sumisamente se arrodilló sobre la tierra que sepultaba al Príncipe Celta, en la misma sumisa postura, exactamente la misma, sus nobles posaderas suavemente yaciendo sobre la yerma tierra entre sus piernas, la mirada baja, a la tierra; posó las palmas de sus manos en la tierra y se dedicó a sentir en silencio y soledad. Sentía la Princesa, sentía muy íntima e intensamente, sentía la tierra, sentía su cuerpo, sentía su alma, se sentía a si misma.... sentía encerradas y antiguas sensaciones, sentía que la presencia del Príncipe Celta y solo su presencia, era la llave de la portezuela que guardaba íntima y celosamente, en secreto, esas intensas sensaciones. La Princesa comenzó a moverse suavemente, muy ligeramente, acompasadamente sobre la tierra, sintiéndose Princesa y mujer, sintiendo su secreto, sintiendo que sumisamente se lo ofrecía al Príncipe Celta a través de la tierra que les separaba, entendiendo que no debía renunciar a aquellas sensaciones a pesar de no poder consumarlas con su Príncipe. Mientras, el Príncipe Celta, aún sepultado, comenzó a percibir una ligera humedad en la tierra, sin saber de dónde provenía, la rozó con su dedo índice, probándola entre sus labios y percibiendo su olor y, casi imperceptiblemente, el Príncipe simplemente susurró un nombre: "Haydee", este era el nombre de La Princesa, más no era utilizado desde hacía mucho, mucho tiempo. La Princesa cesó suavemente de moverse sobre la tierra y, aún arrodillada, mordiéndose ligeramente el labio superior, escribió con su dedo sobre la misma tierra "soy TU Princesa". Fue entonces cuando el Príncipe Celta recobró parte de su fuerza y con sus propias manos comenzó a escarbar guiado por la húmeda tierra. La Princesa entonces sintió en su intimidad las vibraciones que se producían en la tierra bajo ella misma y solo entonces se levantó y abandonó el lugar al alba, lentamente y en silencio. El Príncipe Celta consiguió escarbar hasta llegar al exterior, más cuando por fin un pequeño halo de luz del sol pudo divisar después de tantos días, el miedo se apoderó de el y no se atrevió a salir, todavía no...

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