sábado, 2 de abril de 2011

LA PRINCESA CON DOS PRINCIPES

Esta primera entrada, es un cuento, un cuento escrito por alguien con una gran sensibilidad que lo hace ser especial. Tanto que ha dado nombre a este blog. Con su permiso y su consentimiento, aquí comienza la historia de la princesa con dos príncipes......Una 

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Erase una vez una preciosa y alegre Princesa que vivía en las hermosas tierras de Al Ándalus. Su belleza, su dulzura y su contagiosa alegría resultaban irresistibles para todos los caballeros y hasta para todos los villanos de su comarca e incluso de tierras lejanas, que la cortejaban sin cesar.
Hubo una vez un caballero que la enamoró de tal forma que hizo que la princesa renegara de todos sus pretendientes para dedicarse a su caballero en cuerpo y alma, desatando la envidia de todo cuanto varón la conocía. Más ese caballero no supo valorar la inmensidad del amor que la princesa le profesaba, lo cual causó en la princesa noches de inmerecido sufrimiento y dolor, de desamor, de tristeza sin fin, que apenas era capaz de superar por si misma. Las inmensas noches de desamor hicieron que agotara sus lágrimas en la almohada y asimismo hicieron comprender a la princesa, con inmenso dolor, que la lucha por su caballero se tornaba inútil, por lo que la abandonó, recuperando su alegría y toda la belleza que la caracterizaba y refugiándose en dos príncipes que ya en tiempos pasados suspiraban por su amor, pero...

... ¿Una princesa con dos príncipes? Jamás tal cosa se había visto, más, para superar el dolor de la pérdida de su caballero, la princesa necesitaba volver a ser ella misma y no renunciar a nada, tal fue así que comenzó a pensar en ella misma, quizás demasiado y a dejarse querer por todos cuantos lo pretendían, haciendo incluso a sus lacayos dejar avisos de ello. Irresponsable fue la princesa por ello pues, como era de esperar, toda clase de caballeros se postraron a sus pies, atraídos por su increíble belleza. Y no solo eso, sino que además, viles villanos, a veces disfrazados de caballeros, intentaron camelarla, haciendo ver a la princesa que tras tantos caballeros y villanos, tras ir y venir, al final únicamente los dos príncipes siempre estaban en su sitio, siempre para ella, siempre a su disposición, siempre fieles.

Ante tal circunstancia la princesa, atormentada por su hasta ahora inestable vida sentimental, sintiendo que el tiempo pasaba y no hallaba la estabilidad y felicidad necesarias, sino un vacío insoportable, comenzó a fidelizar su relación con ambos príncipes, pues al fin y al cabo era lo que, a falta de algo mejor, la llenaba y, aún con el desasosiego de saberlos de lejanas tierras y hallándolos en circunstancias diversas y poco alentadoras para ella, le hacía sentirse bien, cosa que anhelaba desde hacía mucho, demasiado tiempo.

Los príncipes eran muy distintos entre si, de tierras opuestas, de muy distinto carácter, pero cada uno con sus virtudes, agradaban a la princesa. Uno de ellos, que residía en los territorios bañados por el Mar Mediterráneo, daba una enorme confianza a la princesa, le hacía sentirse querida, arropada y, pese a sin embargo el enorme impedimento sentimental que dicho príncipe tenía y que atormentaba a la princesa, ella le profesaba una fe ciega que les permitía empatizar de forma maravillosa y poder abrirse fácilmente el uno al otro. El otro príncipe, de origen celta, de las ancestrales tierras del noroeste peninsular, hacía gala del carácter propio de dichos lares: fiel, leal, honesto, lo cual valoraba positivamente la princesa, pero también era extremadamente reservado, lo cual incomodaba a la princesa. Más pesaban muchísimo más las virtudes, mucho más que ese defecto y sustancialmente potenciadas por el hecho de ser el único que sacaba de la princesa, esa niña traviesa, provocadora y consentida que lleva oculta en su interior y que es parte de su esencia, circunstancia que hacía perder el sentido a la princesa y llevarla a un íntimo éxtasis altamente gratificante para ella y que, unido a un muy profundo y oculto sentimiento sumiso, le transportaban en ocasiones a viajes y mundos ilusionantes.

Y así con sus dos príncipes convivía en armonía, cada vez más centrada, cada vez permitiendo menos injerencias de otros caballeros y villanos, hasta un día, un maldito día, misteriosamente desaparecido del calendario por enigmáticos dioses celtas, en que la princesa, en un impropio desliz del que se arrepentiría infinitamente, decidió atender a un villano que la pretendía, a espaldas y mientras estaba con su príncipe Celta, creyendo inocentemente que éste no podría enterarse de ello, más las enigmáticas tierras celtas, aliadas con renegadas meigas, dotan a alguno de sus habitantes de desconocidos poderes, que habían sido subestimados por la princesa desde siempre. Al percibir la traición, el príncipe encolerizó y más asistiendo a la repetida negación de tal circunstancia por parte de ella. La inicial cólera se tornó en tristeza y decepción, acentuadas por el hecho de ser abandonado por su avergonzada princesa durante cuatro interminables días y tres noches en vela, soportando además la ingrata visión de los íntimos mensajes que ella le dejaba a su otro príncipe.

Sin embargo, al cuarto día la princesa apareció y reparó, aunque con una lamentable e impropia tardanza, al príncipe, con el sentimiento de sus palabras de arrepentimiento, que unidas al amor que él sentía por ella, hicieron que en pocos días retornase su bonita relación.

Más la superación del doloroso trance, en pocos días quedó eclipsada por un nuevo y triste acontecimiento: Encontrábase la princesa departiendo con su príncipe Celta y sin duda compensándole del amargo trago por el que le había hecho pasar hacía pocas fechas, cuando apareció, en momentos inoportunos y fuera de lugar, por sorpresa y sin ser esperado, su otro príncipe, no percatándose la princesa de tal circunstancia. A la partida del príncipe Celta, la princesa reparó en el supuesto desliz, apresurándose a atender a su otro príncipe, el que por ello se sintió vilmente ultrajado y se encerró furioso en si mismo, haciendo caso omiso de las reiteradas súplicas de la princesa, presa de la desesperación, solamente intuyendo la posible pérdida de su querido príncipe.



Estaba destrozada la princesa cuando, ante la preocupación de su príncipe Celta, narró a éste el desgraciado acontecimiento, refiriendo además de su desesperación, el inmenso cariño y atracción que por el otro príncipe sentía y lamentando la pugna entre los dos por hacerse con su atención. Estas manifestaciones llenaron de tristeza y dolor al príncipe Celta, al descubrir que mayor era el amor de la princesa por el otro príncipe, demostrado, aparte de por sus propias palabras, por el hecho de sus reiteradas y diarias súplicas de perdón hacia el otro príncipe y recordando amargamente, sus recientes cuatro días y tres noches de sufrimiento en la más absoluta soledad y desamparo.

Fue entonces cuando en una honrosa muestra de amor y fidelidad y sin dudarlo ni un solo instante, el príncipe Celta manifestó a la princesa, su renuncia al título de príncipe y a la vez a su renuncia a ella misma y ello con inmenso dolor y solamente para facilitar su felicidad junto al otro príncipe, pues no podía soportar asistir impasible al sufrimiento de su amada princesa, prefiriendo ahogarse en su propio sufrimiento con tal de evitárselo a ella.

Ello causó un dolor inmenso al principe Celta, que pensando que no era posible ya más dolor en su corazón, tuvo que soportar, incomprensiblemente, la inesperada indiferencia de la princesa hacia su gesto, hecho que más tarde ella, tardía pero justamente, rectificaría.

El principe Celta, tras su renuncia como príncipe y demostrando ser un digno caballero, decidió cavar con sus propias manos una fosa y enterrarse, en soledad y silencio, a seis pies de profundidad, esperando que con ello su amada princesa pudiera encontrar la felicidad con su otro príncipe sin que él mismo fuera impedimento.

El otro príncipe también renunció a serlo, pero al contrario que el principe Celta, no se quedó como caballero sino que escogió el indigno oficio de enterrador. La princesa, intentando demostrarle su amor incondicional, regaló a éste una pala como desagravio por su actitud y en muestra de su preferencia hacia él, pero su rencor se mantuvo intacto y enterró a la propia princesa con la misma pala que le había regalado y con su indiferencia, a seis pies de profundidad.

Fue entonces cuando la princesa empezó a sentirse agobiada, triste, con mucho dolor y a mostrar un arrepentimiento tardío y a preguntarse una y otra vez cómo había podido tener dos maravillosos príncipes y haber sido capaz de perderlos a los dos, mientras gritaba desesperada para que alguien la sacara de allí, pero se encontró con la triste realidad: ella misma había permitido que el principe Celta permaneciera enterrado, perdiendo la posibilidad de que le librara de su enterramiento y que su otro príncipe se convirtiera en enterrador y la enterrara a ella misma y por mucho que gritara, sabía que el resto solo eran villanos o personas vacías que no podrían ayudarle.

El principe Celta no era capaz, por mucho que lo intentaba, de salir para poder desenterrarla y salvarla, aunque seguía intentándolo, más el enterrador, otro digno príncipe a veces le echaba más tierra, en forma de indignos comentarios, para que no pudiera conseguirlo. El principe celta gritaba a la princesa quejándose de ello, más ella le disculpaba, agobiada por las circunstancias, manifestando que quizás se le había escapado la pala sin querer y que además ella no tenía culpa de tal circunstancia. Esta actitud de la princesa dejaba sin fuerzas a el principe Celta y la tierra le hundía más.

Y así y sólo así, ésta fue la historia de la princesa que tenía dos principes y los perdió y ahora llora desesperada su arrepentimiento al límite de sus fuerzas.

Más.... quizás sea posible que la chispa que eternamente lleva dentro la princesa la saque de este trance...
... quizás convenza al enterrador y lo vuelva a convertir en su príncipe, la salve de su enterramiento y juntos galopen sobre la tierra que sepulta a el principe Celta...
... quizás la princesa reconforte a el principe Celta con sus palabras, aprovechando su enterramiento cercano y le de fuerzas suficientes para rescatarla....
... quizás la princesa consiga rehacer sus dos príncipes y mantener ambas relaciones de nuevo...
... quizás la princesa ofrezca su corazón a otra persona para que la rescate y se olvide para siempre de sus otros dos príncipes...
... quizás la princesa aprenda esta vez la lección....

Pero sea como fuere lo que acontezca, solo una cosa cierta habrá, que dice la poesía de este modo tan veraz:

Lo merece la princesa,
lo merece de verdad,
ser feliz con quien desee,
ser feliz y nada más.

Sea enterrador o caballero
sea canalla o Don Juan
sea andaluz o gallego,
extremeño o catalán.

No cambies nunca princesa,
mi Princesa alguien dirá,
que se lleve la alegría, la belleza,
la sumisa y... la niña de papá.

Que se lo lleve todo,
que lo acepte como es,
que solo sea de ese modo,
para que no salga al revés.

Y que sea como fuere,
y que sin duda será,
que la Princesa no muere,
y su felicidad tendrá.                               

1 comentario:

  1. EMPEZANDO LA HISTORIA DESDE EL PRINCIPIO... ME APUNTO A VUESTROS RELATOS!

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